Cáncer de hígado, ¿un problema de salud de muerte silenciosa?

El principal problema del cáncer de hígado es que la mayoría de casos son diagnosticados en etapas avanzadas y eso complica su atención.

Existe una infinidad de problemas de salud que una persona puede desarrollar a lo largo de su vida. Pero mientras algunos provocan síntomas muy notorios desde un inicio otros tardan en causar molestias en los pacientes. Dentro de este segundo rubro se encuentra el cáncer de hígado que inclusive es considerado como una muerte silenciosa. Todo parte de que la mayoría de casos se diagnostican cuando están en etapas avanzadas y las probabilidades de supervivencia son muy pocas.

Ahora bien, como parte del crecimiento de esta enfermedad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que para el año 2025 un millón de personas se verán afectadas de manera anual.

Mientras que en la actualidad, la Secretaría de Salud (SSa) afirma que es el responsable de cinco mil decesos cada año. Aunque lo más preocupante es que la tendencia también se mantiene a la alza.

El carcinoma hepatocelular es el tipo de cáncer de hígado más común en adultos. Esta enfermedad se origina en las células llamadas hepatocitos que se encuentran en el hígado. Cada año existen aproximadamente 800 mil nuevos casos diagnosticados, lo que lo convierte en el sexto cáncer más común y la segunda causa principal de muerte por tumor a nivel global. En México las enfermedades del hígado son la cuarta causa de muerte en el país, de las cuales el 98 por ciento se asocia con cirrosis y neoplasias de hígado.

Por su parte, existen factores de riesgo que aumentan la posibilidad de desarrollar cáncer de hígado. Uno de ellos es la cirrosis, la cual es una cicatrización anormal del hígado que impide que este órgano cumpla con sus funciones. Tener hepatitis B o C también aumenta el riesgo porque, si no se diagnostican o tratan a tiempo, puede afectar el funcionamiento hepático. El hígado graso es otro factor de riesgo, ya sea por consumo excesivo de alcohol o por padecimientos que aumentan la posibilidad de tenerlo: obesidad, diabetes tipo 2, colesterol alto y los triglicéridos altos.

Formas más comunes para su diagnóstico

  • Exámenes de sangre para medir la función hepática.
  • Pruebas de diagnóstico por imágenes, como la tomografía computarizada o una resonancia magnética.
  • En algunos casos se requiere una biopsia hepática para extraer una muestra del tejido y poder analizarlo en un laboratorio.

Para elegir el tratamiento se toma en cuenta el tiempo de evolución, el estado general del paciente y la alteración de la función hepática. Es importante mencionar que, sin tratamiento, los pacientes con la enfermedad en estadio avanzado generalmente sobreviven entre cuatro y ocho meses.

Para ayudar a prevenir que la enfermedad hepática se convierta en carcinoma hepatocelular, es importante resaltar los factores de riesgo antes mencionados y promover la detección temprana. Identificar a tiempo la enfermedad conduce a mejores resultados para los pacientes.