Los profesionales de la salud aplican sus conocimientos para cuidar del paciente, pero muchas veces lo hacen en contravía de su propio bienestar. Porque, aunque tengan a su mano las herramientas y los decálogos de medicina, sus largas jornadas de trabajo y la exigencia incondicional de salvar vidas, hacen que tengan malos hábitos de vida, que menoscaban su salud física y mental.
Médico sano = Paciente sano
La atención hospitalaria demanda la mayor disponibilidad del personal sanitario. Por tanto, se deben optimizar los factores que protegen la salud biológica, psicológica y social, de cada uno de ellos. Buscando mecanismos de acción para prevenir enfermedades, a la vez que, se personalizan los tratamientos para contrarrestar patologías, trastornos psicológicos y discapacidades derivadas de las actividades de su profesión.
El estrés laboral y el agotamiento, se convierten en factores de riesgo para ejercer su labor, sin embargo, es indiscutible que están expuestos desde la academia a estos elementos, como parte inherente a la atención hospitalaria. Por tanto, siempre se debe buscar un equilibrio de la mente y cuerpo, de tal manera que se genere un impacto positivo en si mismos y en la atención clínica.
Como todos los seres humanos, los profesionales de la salud fuera de su ámbito laboral tienen obligaciones, compromisos, pasatiempos, relaciones interpersonales, necesidades y conflictos, que necesariamente deben ser considerados. Pero, en la realidad, se abstienen de consultar con sus colegas y buscar apoyo, sin tener presente que poseen los mismos derechos a la reserva legal que cualquier otro paciente.
La prevención, asistencia temprana e intervención, en aspectos integrales de bienestar y salud, deben estar protegidos con lineamientos éticos y estructurales, buscando, que a pesar de que, deban cumplir cabalmente con cuidar de los demás, no pueden olvidar que antes que nada es necesario ocuparse de sí mismos, por respeto y responsabilidad con la comunidad.
En referencia al ambiente de trabajo, es indispensable que los programas de seguridad laboral también dirijan la mirada hacia las condiciones en que se ejerce la profesión de sanidad. Tanto en espacios, herramientas, horarios, carga psicológica, compañerismo y acceso a los sistemas de salud, ya que de una u otra manera tiene influencia en la motivación, desempeño y sobre todo en la salud física y mental.
La exposición a peligros físicos como radiaciones, cortaduras, enfermedades trasmisibles, mala ergonomía y riesgo biológico, pueden contribuir a minar la disposición profesional. Por tanto, es necesario completar la práctica médica con espacios destinados a la integración, acompañamiento psicológico y campañas de prevención.
El bienestar de los profesionales de la salud se debe cuidar de la misma manera que ellos cuidan a sus pacientes. Por tanto, fomentar el autocuidado, la prevención y la inclusión de estilos de vida saludable. Minimizando el consumo de alcohol, estimulantes y tabaco, permite disfrutar de su labor.
Además, poder contar con la orientación y experticia de sus colegas para resolver problemas personales de salud, repercute positivamente en su perfil profesional. Ya que, aunque sus conocimientos y habilidades le permiten salvaguardar la vida, también son seres humanos con necesidades, que deben cuidarse para cuidar.
