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Contenidos y responsabilidades en salud como tarea social en la dimensión médico-paciente

¿Cuándo estamos en presencia de una problemática en relación con el uso de teléfonos celulares y tecnologías vinculadas con la medicina?

Los dispositivos móviles se han hecho parte integral de la vida de la mayoría de las personas, con cambios evidentes y relevantes, así como con una gran significatividad en diversos usos sociales, teniendo también una esfera llamativa en las tecnologías suntuarias, relacionadas con el estilo más que con la calidad de vida. Los teléfonos celulares, son hoy tan ubicuos que la vida es impensable sin ellos. Se han vuelto invisibles de tan familiares, con amplia aceptación por sus destinatarios.

Una falla generada en la línea de comunicación médico-paciente ha estado y sigue manifestándose en la práctica médica, en salas de espera o al atender una interconsulta en algún departamento o unidad hospitalaria, perdiendo la resistencia y el equilibrio armónico-articulado de la entrevista, generando asimetría, una condición obstructiva, una “parálisis completa desproporcionada” del intercambio de ideas secundaria a un intruso que hiere y tortura el vínculo entre el paciente y el médico, como una lesión ocupativa difícil de extirpar que conmina la anamnesis: el celular, estando allí, un extraño interruptor que se enciende y apaga, desarmando el tejido de dos conductores que  disfunciona el valioso recurso del interrogatorio en el que uno relata y el otro busca.

De acuerdo al portal intramed en una encuesta:

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El teléfono celular sirve para mucho más de aquello para lo que originalmente fue creado, teniendo como común denominador la invisibilidad de su técnica. Cuando se ha tenido éxito la técnica se ha convertido en una cosa, un utensilio de uso común y corriente. “Ahí están los teléfonos celulares omnipresentes e inoportunos. Ya no son solo adolescentes, también son adultos y ancianos”. Hay algo que no puede esperar, llamadas impostergables. La mirada sigilosa que obedece, dedos buscando la pantalla, rendidos a diferentes sonidos. Ya no los vemos, es imposible pensar que la gente salga a la calle si no está con el teléfono celular, convirtiéndose en la puerta de entrada de muchas patologías contemporáneas con cambios radicales en la vida de las personas.

La invisibilidad de la técnica es su más notable característica, cuyo sistema tecnocrático se replica a sí mismo para resolver necesidades o deseos de tal manera que cada vez más, estos genios creadores ya no tienen, por nada del mundo en mente la necesidad original por la cual fueron creados, sino hacerlos cada vez más perfectos. Esta autonomía de la razón tecnocrática, es tema de reflexión ética.

Acaso ¿habrá algún riesgo, algún peligro existente?, más de los que han sido citado en numerosas publicaciones ya.  Probablemente la técnica ignora ahora sus fines originales y los individuos en lugar de ser amos de los celulares son servidores de los mismos, servidores de la técnica misma.

Sin duda hablar por teléfono como única herramienta hoy día representa un arcaísmo digno del siglo XX. Numerosas personas les deben a sus dispositivos lo que son, permitiéndoles estar conectados en cualquier lugar, resolviendo, coordinando y planificando cuestiones de la vida personal, profesional y académica, sin tener que llevar trabajo y molestias a casa tal vez, sin ceder tiempo, sin perderse invitaciones ni mucho menos amigos y oportunidades, sino al contrario una ganancia cada día mayor.

El contexto médico paciente: seguridad y conductas esperadas

Este tipo de dispositivos ha logrado su cometido, ha modificado procesos sociales, de otra manera quedaría como un cuerpo extraño. Si a todo el refresco negro se le llama “Coca” o cuando a todos los celulares se les llama “iPhone”, la marca se ha convertido en el objeto de uso, siendo ya tan indispensable, una adicción de una técnica característicamente invisible, como lo ilustra el Dr. Lolas Stepke en uno de sus artículos con patrones conductuales-psicosociales en las personas,  en nuestros pacientes haciéndose palpables en la consulta, mirando con disimulo la pantalla, bajando una mano delicadamente, dedos que se mueven a gran velocidad cobrando vida propia y rescatando el dispositivo vivo o muerto al mismo tiempo como el mismo gato de Schrödinger desde las profundidades de un bolso escarbando con gran ansiedad y entusiasmo para atender a un sonido que se convierten en ruido, llamadas, mensajes o un mail, rompiendo el esquema de comunicación.

Llama la atención un estudio con usuarios de iPhone en The Journal of Computer-Mediated Communication, donde al escuchar el ring del teléfono o emitir alguna señal, el usuario no es capaz de contestar mientras este realiza realiza alguna tarea cognitiva, separándolo de dicho dispositivo. Estos individuos experimentaron elevación de la tensión arterial, pulso acelerado (taquisfigmia), falta de atención, ansiedad, desilusión y disminución de habilidades en la resolución de problemas. Esto representaría una disociación en el examen físico.

El “disculpe, doctor-doctora tengo que atender una llamada” se hace presente con innumerables situaciones y en ocasiones no representa algo particularmente urgente, pues mucho tiene que ver con el criterio de cada individuo.

Habrá también entonces tal vez que ser justo, por otro lado no escotomizar al médico como usuario frecuente del celular también durante la entrevista o vinculado con una computadora actuando pre-informáticamente y no cargando todo el peso sobre el paciente, se podría expresar a gran escala que los médicos deben estar permanentemente comunicados, resolviendo alguna urgencia o la necesidad de algún paciente potencialmente grave.

De esta manera la relación médico-paciente no es de arriba hacia abajo, de forma vertical sino igualitaria, sin encoger la figura del enfermo reducido a buen paciente y sin llegar a relaciones desde lo paternalista a lo despótico, pero con pautas dentro del consultorio. Si el actuar médico es únicamente unilateral estaríamos demonizando al paciente como único posible infractor de las leyes del consultorio, lo que deviene injusto, puesto que muchas veces el infractor es el profesional.

El médico debería absorberse en el paciente hasta terminar la consulta y muy probablemente no es del todo dable que su consulta tolere o solape con una llamada personal, como tampoco podría serlo que se tolere una llamada que el paciente pueda asistir posteriormente, así ambos de forma armónica y articulada atenderían cada situación después de dar la atención el uno al otro, con el objetivo de mejorar la experiencia del paciente en todo momento; así de la misma manera como si se estuviese atestiguando la obra triunfal de Otello en Bellas Artes, donde el médico orquestador le permita al paciente vivir la gran partitura verdiana.

La consulta médica representa un verdadero ejercicio intelectual tal como señala el Dr. Flichtentrei donde alguien nos ofrece un relato y otro indaga, con la concentración y sagacidad de un detective que logra reunir los datos y darles coherencia. Sherlock Holmes y Hercules Poirot brillan en el consultorio.

Hay una secuencia en la que el encuentro alcanza una profundidad que va creciendo a medida que pasan los minutos, de igual forma como reclamaría la extraordinaria partitura en Otello, con amplio dominio de la dinámica y con papeles bien ejecutados, empero un invitado indeseable aparece, el teléfono fractura la ceremonia, fragmenta el encuentro entre el paciente y el médico, con una comunicación discontinua por momentos vaciándola de sentido. La persona tiene que decirle algo o lo que el médico debe decirle, está subordinado a algo al parecer más urgente, más importante, compitiendo en ocasiones por la atención, uno al otro se distrae y los más discretos no atienden.

¿Acaso “Apple” con Steve Jobs habría sido capaz de emerger constantemente distraído por señales agudas e intermitentes de un teléfono? Por suerte el iPhone se lanzaría a principios de enero de 2007, unos seis años después de la presentación del iPod y probablemente su distracción era alguna otra.

La medicina en este sentido, afirma el Dr. Lolas Stepke, debe sustentarse (con buenos argumentos) y sostenerse (en el tiempo). Es el sustento indispensable de la confianza mutua y el recurso intersubjetivo mediante el cual se desencadenan las complejas operaciones cognitivas que permiten construir un diagnóstico.

La medicina se sostiene por completo en ese encuentro. Sin él no hay nada, el volver a empezar a cada momento conduce a la superficialidad y en una espera que puede llegar a ser incomoda y por si fuera poco genera desperdicio, tensión y discrepancia, áreas de mejoramiento potenciales en diversos departamentos en un hospital y en la propia consulta médica, una vez más las claves de la ventaja competitiva japonesa:

Muda (Desperdicio), Muri (tensión) y Mura (discrepancia) es la lista de comprobación de las 3M de las actividades KAIZEN (mejora continua) y conllevan un común denominador: Takt time. Takt, en alemán, significa entre otras cosas ritmo y compás, la cadencia a la cual un producto debe ser fabricado para satisfacer la demanda del cliente en este caso nuestro paciente.

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El Dr. Flichtentrei narra en uno de sus artículos:

Hace unos días visité a un paciente en la Unidad Coronaria. Apenas llegué activó su celular en altavoz. Su esposa del otro lado de la línea hacía preguntas y comentarios. No contesté. Me dispuse a auscultar su corazón. La voz chirriante de esa mujer me lo impedía. Quise apagar el teléfono pero no supe cómo. Lo ahogué con la almohada como un asesino de película de Hitchcock. Gimió como un pájaro herido hasta que el sonido se fue apagando definitivamente. Cuando me iba, el paciente rescató su celular de las profundidades de la cama. Lo reanimó con caricias de padre amoroso. Extendió su brazo sobre mis hombros. Pensé que estaba conmovido y agradecido por mi atención. Mirándome a los ojos dijo: doctor, ¿le molesta si nos sacamos una foto para mi Facebook? Pensé que estaba poniéndome viejo e intolerante. Preferí despedirme sin comentarios.

Recordemos además a los televisores, tan característica su presencia en las internaciones; frecuentemente los familiares es alquilarle un televisor al paciente, que por lo general observa programas interminables; que también generan un cortocircuito sin fusible alguno que proteja frente a estos aparatos interfiriendo en la anamnesis y la exploración física, mientras que el desventurado de la otra cama o sus familiares y el propio médico deben soportar imagen y sonido mientras el vecino duerme estrepitosamente.

¿Se debería permitir a los pacientes sacar su teléfono y grabar la consulta médica?

No es sorprendente que algunos pacientes deseen traer sus smartphones a los consultorios de sus médicos para registrar parte o todo su encuentro con el profesional de la salud. Tales grabaciones tienen el potencial para mejorar la asistencia médica pero también conllevan riesgos de los cuales los pacientes no siempre son conscientes.

En marzo de 2017 The Canadian Medical Protective Association (CMPA) una asociación que proporciona la protección de responsabilidad y defensa legal a médicos de Canadá, hizo un llamado a los médicos a estar atentos y preparados para aquellos pacientes que registran sus encuentros.

La grabación del tratamiento médico:

  • Ventajas potenciales: La grabación de la visita podría reducir o eliminar la confusión sobre la sugerencia del médico para el plan del tratamiento del paciente, creando una “alianza terapéutica” clara. Además podría representar un recurso de gran valor para compartir con algún familiar, con la mejoría en la adhesión al plan de tratamiento, mejorando la salud total del paciente.
  • Inquietudes respecto a privacidad: Los consultorios médicos son lugares públicos y como tal los médicos tienen comprensiblemente preocupación por un paciente que realiza una grabación en espacio público. Tal grabación podría capturar por descuido información personal de otros pacientes o del mismo médico. Un paciente que registra un encuentro sin conocimiento de su médico ni consentimiento podría dañar el vínculo médico- paciente siendo visto por el médico como abuso y carencia de confianza en sus capacidades como un profesional de la salud.

Soluciones:

Preparar lineamientos ante las grabaciones por los pacientes, por lo cual se ha sugerido hablar con cada paciente sobre la intensión de una eventual grabación del tratamiento proporcionado en un intento de prevenir acusaciones de violación de privacidad y precisamente la ruptura de la relación médico-paciente.

Los contornos de la relación médico-paciente, se pueden calificar como un contrato o prestación de servicios médicos complejo. La lex artis (ley del arte) sigue siendo la fuente principal de deberes médicos, la que se determina conforme los avances de la medicina y las circunstancias en que se ejecuta el acto médico.

Nos encontramos viviendo en un universo de cuento de hadas, encantados por dispositivos celulares que se llevan al oído, chocando los unos a otros por las aceras, atados y pegados a esa diminuta pantalla. Umberto Eco afirmaba de cierta forma exagerada en uno de sus artículos que los usuarios de teléfonos con características compulsivas deben ser estrangulados al nacer, pero no todos los días hay un Herodes, agregando que estas personas en su edad adulta, probablemente nunca comprenderán las profundidades del abismo en el cual han caído. Al final, persistirán en su molesto hábito sin importar lo que nosotros hagamos.

Se ha escrito mucho sobre el uso de los teléfonos celulares, pero si pensamos en ello con lucidez, es asombroso que casi todos hayamos caído presas del mismo frenesí. Apenas sostenemos conversaciones cara a cara; sin reflexionar sobre temas apremiantes. En vez de ello, hablamos obsesivamente en nuestros teléfonos celulares.

Se dedican a hablar de manera compulsiva, casi siempre sin tener nada urgente que decir, consumiendo su vida en un diálogo entre invidentes”, señalaba Eco.

El campo de la innovación en medicina no está restringido únicamente a que tengamos mejores aparatos, mejores medicamentos que nos hagan más inteligentes, con mayores habilidades, felices y bellos; sino que podamos tener también mejores formas de organización social para cumplir los fines declarados de la medicina, en los cuales este tipo de dispositivos representa un lugar sobresaliente (dar nombres a los diagnósticos, prevenir y curar enfermedades) respetando la privacidad del paciente y la confidencialidad en una era digital.

Si estos representan en parte los fines de la medicina, el contar con este tipo de dispositivos como medios que en cierta forma agilizan los procesos administrativos y el intercambio de información en la relación médico- paciente se les podría dar uso en proporción razonable y adecuada. ¿Cuánto tendría que haber de medios? ¿Cuánto tiene que haber de fines? Un ejemplo muy claro es la industria farmacéutica uno de los sectores de mayor innovación, el comprimido es “tecnología comprimida”, millones de dólares en esa pequeña tableta que se ingiere sin estar exenta de riesgos.

Así como la Aspirina, un medicamente maravilloso se encuentra incorporado a ideas relativamente comunes de lo necesario y muy probablemente en un botiquín no faltaría, de la misma manera el celular no se hace ausente en la vida de las personas.

En parte, el modo de concebir a las personas ha cambiado. Se habla de un humanismo técnico, ya no son sistemas propiamente sociales, sino socio-técnicos, con un sentimiento afectivo irresistible a un teléfono celular, sin separarnos de él. Ese yo antiguo representa ahora un yo tecnológico, no solamente esenciales para la vida y definiendo la personalidad de cada individuo, sino también un factor de status social.

Las humanidades en este punto cobran importancia desde el punto de vista disciplinario, no son únicamente humanidades del libro, no estarían justificadas sino permitiéramos que a través de las mismas se transformen ciertas personas para servir como reflejos de su cultura, para perfeccionar las instituciones y para perfeccionarse a sí mismos.

La cultura de las personas en su demanda y la cultura de los profesionales representan una relación estrecha. La verdadera innovación en este tipo de dispositivos conlleva la representación de un cambio de la mentalidad de la cultura de las personas, la cultura en sus formas más elevadas, tal vez (a lo mejor no) como una planta delicada que depende de diversos factores para que florezca, en donde los valores humanos no parecen ser menos importantes para que esta planta pueda existir y dar fruto conjunto.

Para el filósofo de Königsberg, Immanuel Kant en la teoría moral práctica, al igual que Descartes, Pascal y Vico, la conducta humana no puede estudiarse bajo los mismos supuestos que la naturaleza, pues los acontecimientos que se generan con base en las conductas presuponen la existencia de reglas conforme a las cuales actúa la voluntad. La ley moral es válida para nosotros los hombres “porque ha surgido de nuestra voluntad como inteligencia”.

No existe otra manera de ejercer la medicina que no sea frente a una persona individual con una historia compleja de manera consciente y disfrutando el universo que esta disciplina nos ofrece. El paciente y el médico podrán terminar su encuentro aplaudiéndose uno al otro, como a los intérpretes de un Otello como mandan los cánones, un papel ejemplificador y no con abucheos donde las ovaciones del público no estarían presentes; por algo lo decidirán, reflejando la realidad del proceso inseparable de la relación médico- paciente.

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