Estudio indica que ingerir pastillas para dormir impide reaccionar a señales de peligro

Investigadores comprobaron que, por culpa del efecto de pastillas para dormir, los pacientes ignoraban alarmas de incendio a pesar de su nivel de volumen

Los efectos adversos de los fármacos no siempre son sencillos de determinar. En ocasiones, solo surgen en circunstancias muy específicas. A veces, solo afectan a una fracción de la población. Incluso, pueden llegar a tener repercusiones imprevistas. Consecuencias que podrían catalogarse como biológicas o químicas. En este sentido, las pastillas para dormir podrían ser mortales.

Así lo afirmó un estudio de la Universidad de Kagoshima en Japón. Un grupo de expertos analizó las reacciones de pacientes que habían ingerido pastillas para dormir. Específicamente, su capacidad para detectar y responder a señales de peligro durante su sueño. Los investigadores hallaron que los fármacos más comunes limitan severamente esta habilidad. Sus resultados se publicaron en la revista Frontiers in Behavioral Neuroscience.

Pastillas para dormir: Una barrera para el cerebro

Tomoyuki Kuwaki, autor líder del estudio, afirmó que se analizaron varias benzodiazepinas. Estos fármacos son utilizados comúnmente como pastillas para dormir. De acuerdo con el experto, actúan principalmente sobre el receptor cerebral GABA-A. Sin embargo, también afectan otras áreas importantes. Por ejemplo, el mecanismo que decide qué estímulos procesar.

El objetivo del experimento no solo era corroborar los riesgos de las pastillas para dormir. Los expertos también compararon las benzodiazepinas con un nuevo fármaco. El DORA-22 está en fase experimental, pero promete afectar más selectivamente el cerebro. En la práctica, significaría que la medicina reduciría eventos adversos. Principalmente, la incapacidad para reaccionar ante el peligro. Pero también, la menor capacidad para realizar ciertas tareas a la mañana siguiente.

Se administró tanto la benzodiazepina triazolam como DORA-22 a dos grupos de ratones. Un tercero funcionó como control. Ambos fármacos extendieron la duración del sueño entre 30 y 40 por ciento comparado con el placebo. Entre 1 y 3 horas después de la dosis, se expuso a los animales a varios estímulos de riesgo. El olor de un zorro, un sonido de alta frecuencia y el movimiento de su jaula. Éste último fue diseñado para simular la ocurrencia de un terremoto.

Los investigadores anotaron que la velocidad de respuesta fue menor en el grupo con triazolam. Pero con DORA-22, la reacción fue similar a la del control. Además, Kuwaki y su equipo señalaron que los ratones con el nuevo fármaco, pasado el estímulo de peligro, pudieron volver a dormir fácilmente. A pesar de los resultados, el estudio no prueba que esta alternativa sea más segura.