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Tragedia de los comunes en la actualidad

En el artículo de Garrett Hardin “La tragedia de los comunes” (1968), el autor propone considerar la noción ecológica de la capacidad de carga como un concepto ético. El planteamiento de Hardin, se ha convertido en un referente de los debates en relación a la capacidad de carga del planeta, en la sustentación del crecimiento demográfico de las sociedades industriales, con las cuales la catástrofe ecológica parece inevitable. El autor, advierte en su artículo de las inadecuadas políticas sociales progresistas y “humanistas”, para enfrentar la degradación ambiental, inducida por la expansión de la tecnología como fenómeno mundial[1].

La acción económica racional de los recursos comunes

En su planteamiento de un experimento mental, Hardin propone: imaginar un pastizal en el que el ganado de todos los miembros de la comunidad puede pastar. En el pastizal, cada pastor tratará de mantener, en los recursos comunes, tantas cabezas de ganado como le sea viable.  “como un ser racional, cada pastor busca maximizar sus ganancias” … “el pastor racional concluye que la única decisión sensata para él es añadir otro animal a su rebaño”. Pero, cuando a esta conclusión llegan todos los pastores que hacen uso del recurso común. Se da origen a la tragedia. Pues cada individuo está atado a una actuación racional que lo impulsa a incrementar su ganado, en un escenario con recursos finitos. Lo que conduce, inexorablemente, al agotamiento de los recursos. Con lo cual, el autor advierte sobre las trágicas consecuencias ecológicas del uso irracional y desmedido de los recursos o los no gestionados técnicamente.

La dimensión de este concepto lo convierte en un principio de lo que en la actualidad conocemos como actividades o prácticas sustentables, definidas como actividades destinadas a suplir las necesidades actuales sin perjudicar la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras.

La expectativa de la ética

En la búsqueda por equilibrar la capacidad de carga de un sistema ecológico y la densidad demográfica de una población de especie animal, se aconseja aumentar o disminuir, esa población, introduciendo nuevos o matando una parte de sus individuos. Una práctica común en el manejo ecológico de los recursos naturales y que es avalada en pro de la integridad de la vida.  En el concepto de la necesidad humana que es inminentemente cultural, es muy complejo fijar la distribución equitativa de la calidad de vida, aunque sí, necesaria, afirma el autor.

Lo que hace pensar que nuestro modo de vida no está en función del buen estado del sistema y busca ser privilegiado, dejando una huella ecológica tal, que amenaza la capacidad de carga de todo el planeta.

La estabilidad climática depende, en gran medida, del buen uso que se dé a la atmósfera, un bien común que facilita una serie de servicios ambientales, como por ejemplo el aire puro, un régimen pluvial adecuado, entre otros, y a los que todos pueden tener acceso aun cuando no contribuyan con su cuidado.

En defensa de la justicia social distributiva, es una exigencia introducir acciones racionales que no desatiendan los límites ecológicos que la noción de capacidad de carga impone a partir de la tragedia de los comunes. Las nociones éticas de confianza, honradez, prestigio, reciprocidad, juegan un papel importante en las acciones racionales de los individuos, integrando una ética ciudadana que resulta imprescindible para la corrección de los problemas que generan el cambio climático.

[1] http://www.bibliotecacentral.uni.edu.pe/pdfs/CUADERNODETRABAJO/3,2002/art_0008.pdf

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