Cada uno de nosotros nos encontramos constantemente tratando de hacer más. Más trabajo, más actividades familiares, más ejercicio, más tiempo a solas, pero también más estrés…

Sin embargo, al final del día el problema siempre resulta ser el mismo: el día cuenta con un número finito de horas, situación que jamás va a cambiar… salvo que nos mudemos a otro planeta, claro está.

Entonces la solución no radica en “hacer más”, sino simplemente en realizar nuestras tareas de una manera más eficaz. Para ello podemos (y debemos) valernos de ciertas habilidades como delegar, apoyarte en tu equipo de trabajo y (por qué no) divertirte en el proceso.

A continuación te comparto 5 ideas, algunas de las cuales tal vez ya conozcas, para tener un “buen día”:

1. Comienza tu día la noche anterior

Escoge tu ropa y haz que tu familia haga lo mismo, lo más aconsejable es dejarla lista para utilizar por la mañana. Planea tu desayuno, empaca tu portafolio.

Haz una lista de todo lo que tienes que hacer en el día, incluyendo aquellas tareas que te parezcas triviales y no relacionadas con tu trabajo. Dale su tiempo a cada uno de tus pendientes y procura no saturarte. Ten en mente que el objetivo de hacer esto no es acabar con todas las cosas de tu lista; en mi caso existen días donde me doy por bien servida si logro tachar un par de pendientes.

2. Levántate pensando positivamente

Si el primer pensamiento que tienes en el día es “arghhh otro día inmundo”, ten por garantizado que así será, pues nuestras mentes reaccionan ante la forma en la que las alimentamos. Si piensas y actúas de forma positiva serás mucho más productivo y tus nervios no estarán de punta todo el día.

Es importante considerar que, en promedio, los médicos dormimos 6.5 horas diarias, haz que cada minuto cuente al máximo.

Por cierto. Considera no mantener la temperatura en tu habitación “calentita”, pues todos los estudios demuestran que duermes mejor con un poco de frío.

3. Empieza tu día más temprano

Para mí no existe peor sensación que aquella de comenzar el día y sentir que ya estoy presionada por el tiempo.

Siendo médicos con horarios generalmente impredecibles lo mejor que podemos hacer es convertir al “caos” en nuestro aliado.

Si estás acostumbrado a llegar “rayando” a todas y cada una de tus actividades cotidianas es lógico que te sientas estresado, después de todo tu día se encuentra eternamente retrasado y ¿quién no se sentiría estresado ante tal situación?

Intenta levantarte media hora más temprano de lo acostumbrado, con esto puedes (si lo deseas) hacer un poco de ejercicio, (aprovecha para bajar apps que te dan rutinas en 5 a 7 minutos a cualquier hora del día) tomar un baño y desayunar. A mí, como mamá de 3 hijos, esto ha sido indispensable para organizar a la tropa y también reducir los estertores en sus días.

Procura llegar a tu trabajo con 15 minutos de anticipación, esto te permitirá organizar tu día o familiarizarte con tu entorno en caso de tener una cita programada para el día.

Particularmente el llegar antes me otorga el tiempo suficiente para resolver ciertos imprevistos en la oficina o el hospital, así como contestar correos y recados urgentes.

Crea una rutina matutina adaptada a tus necesidades y procura no apartarte de ella.

4. Haz que tu espacio sea propicio para trabajar o estudiar

Deshazte de cualquier distracción, un espacio desordenado crea caos en tu mente.

No trates de hacer varias cosas a la vez. Diferentes estudios han demostrado que el cerebro pierde conexiones y destreza si lo saturas tratando de hacer 20 cosas al mismo tiempo.

Trabaja en bloques de 90 minutos máximo, levántate, toma agua ve otra cosa y regresa en 5 minutos. Siempre ten presente la regla 80/20:  20 por ciento de lo que haces en el día te da el 80 por ciento de tus resultados.

5. Cuida a los que te rodean

Todo lo que hacemos es la suma de los esfuerzos de muchos. Compañeros de trabajo, tus enfermeras, tu recepcionista, el personal de intendencia y todos los que hacen tu día posible, familia… extraños.

Procura que los que están en contacto contigo se sientan valorados. No es cuestión de palabras, sino de actitud. A veces no recordamos lo que alguien dice, pero recordamos como nos hicieron sentir.