Una alimentación equilibrada en la infancia es fundamental para el desarrollo físico, cognitivo y emocional de los niños. En México, donde los índices de obesidad y desnutrición infantil coexisten, los menús escolares juegan un papel clave en la promoción de hábitos saludables. Sin embargo, muchos de estos menús aún incluyen productos altos en azúcares, grasas y sodio, y carecen de alimentos frescos y nutritivos. Adaptarlos es urgente y posible, si se parte de una visión integral que involucre tanto a escuelas como a familias.
El primer paso es reducir o eliminar los productos ultraprocesados. Galletas, frituras, refrescos y jugos industrializados deben ser reemplazados por opciones naturales y caseras. Por ejemplo, frutas frescas, semillas como pepitas o cacahuates sin sal, y aguas frescas sin azúcar añadida son alternativas sabrosas y accesibles.
Los menús escolares deben garantizar el equilibrio
Los menús deben garantizar el equilibrio de los tres grupos de alimentos: frutas y verduras, cereales integrales y leguminosas o proteínas magras. Incluir platos tradicionales como arroz con frijoles, ensaladas de nopales, tortitas de lenteja o tamales con verduras puede aportar nutrientes clave sin perder el sabor mexicano.
Otro punto clave es la variedad. Ofrecer menús que cambien con frecuencia no solo evita el aburrimiento, sino que asegura una nutrición más completa. Incorporar alimentos de temporada, que además suelen ser más económicos, es una estrategia útil.
También es importante considerar el tamaño de las porciones y los tiempos de comida. Los niños deben tener suficiente tiempo para comer tranquilos, masticar bien y disfrutar los alimentos. La prisa suele fomentar el desperdicio y el desinterés por lo que comen.
La colaboración es fundamental
La educación alimentaria debe ir de la mano con estos cambios. Actividades como huertos escolares, talleres de cocina o dinámicas con padres pueden reforzar el vínculo positivo con la comida saludable y ayudar a que los niños participen activamente en sus elecciones alimenticias.
Por último, la colaboración entre autoridades escolares, nutriólogos, docentes y familias es esencial. Escuchar a los niños, respetar sus gustos y culturas alimentarias, y construir menús saludables y atractivos de forma conjunta es la mejor forma de lograr una transformación duradera.
Mejorar los menús escolares no es solo una medida de salud, sino una inversión en el futuro de México: niños más sanos, atentos y con hábitos que los acompañarán toda la vida.