Las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de muerte a nivel mundial. Infartos, anginas de pecho o accidentes cerebrovasculares no solo impactan la calidad de vida, sino que también aumentan el riesgo de que el evento se repita. Es aquí donde entra en juego la prevención secundaria, un pilar fundamental en el abordaje de estos pacientes.
Este tipo de prevención permite controlar factores de riesgo en enfermedades cardiovasculares
La prevención secundaria se refiere a todas las estrategias médicas, conductuales y farmacológicas orientadas a evitar nuevas complicaciones o eventos cardiovasculares en personas que ya han tenido un diagnóstico previo, como un infarto de miocardio, una angina inestable, un bypass coronario o un accidente cerebrovascular.
A diferencia de la prevención primaria —que busca evitar la aparición de la enfermedad en personas sanas—, la prevención secundaria se basa en actuar de manera intensiva y sostenida para controlar los factores de riesgo, reducir la progresión de la enfermedad y mejorar el pronóstico a largo plazo.
Entre las intervenciones clave se encuentran:
- Tratamiento farmacológico adecuado, como antiagregantes plaquetarios (ej. aspirina), estatinas, betabloqueantes, IECAs o anticoagulantes, según el caso.
- Control riguroso de factores de riesgo: hipertensión arterial, colesterol elevado, diabetes, tabaquismo y obesidad.
- Rehabilitación cardíaca: programas supervisados que incluyen ejercicio físico, educación y apoyo psicológico, fundamentales para la recuperación y adherencia.
- Modificación de hábitos de vida: alimentación saludable (como la dieta mediterránea), actividad física regular, abandono del tabaco y control del estrés.
- Seguimiento médico regular, con un equipo multidisciplinario que puede incluir cardiólogos, médicos de atención primaria, nutricionistas y psicólogos.
Reduce, de forma significativa, la mortalidad
Diversos estudios han demostrado que la prevención secundaria reduce significativamente la mortalidad y la recurrencia de eventos cardiovasculares. Sin embargo, su éxito depende en gran parte de la adherencia del paciente al tratamiento y de una atención centrada en la persona.
Es importante destacar que la prevención secundaria no solo mejora la esperanza de vida, sino también la calidad de vida. Ayuda a recuperar la funcionalidad, mantener la autonomía y reducir la ansiedad asociada a vivir con una enfermedad crónica.
Después de un evento cardiovascular, no se trata solo de “haber salido adelante”, sino de actuar con conciencia y compromiso para no repetir la historia. La prevención secundaria es una segunda oportunidad para cuidar el corazón… y aprovecharla puede marcar la diferencia.