En los últimos años, la presencia de microplásticos —pequeñas partículas derivadas de la descomposición de plásticos— se ha convertido en un tema de preocupación global. Su hallazgo en agua potable, alimentos y hasta en el aire ha puesto en evidencia que nadie está exento de la exposición, incluidos los niños, quienes representan uno de los grupos más vulnerables debido a su etapa de desarrollo y hábitos de consumo.
En México, estudios recientes han identificado microplásticos en cuerpos de agua, como ríos y lagos, e incluso en sal de mesa y pescados de consumo regular. Esto indica que los alimentos que llegan a la mesa familiar pueden ser una vía de entrada constante de estas partículas al organismo infantil. A esto se suma el consumo elevado de agua embotellada, muy común en los hogares mexicanos, que según diversas investigaciones internacionales es una de las fuentes más contaminadas por microplásticos.
Los microplásticos afectan al sistema endocrino, digestivo e inmunológico
El aire urbano también representa un riesgo. En ciudades con alta contaminación atmosférica, como la Ciudad de México o Monterrey, los niños respiran partículas suspendidas que incluyen fragmentos de plásticos provenientes de textiles sintéticos, neumáticos y desechos en degradación. Este tipo de exposición es particularmente preocupante porque afecta al sistema respiratorio en desarrollo y puede asociarse con procesos inflamatorios y problemas de salud a largo plazo.
Aunque aún falta investigación específica en población infantil mexicana, la evidencia internacional señala que la exposición a microplásticos podría tener efectos en el sistema digestivo, endocrino e inmunológico. En los niños, además, se añade el factor de su mayor consumo proporcional de alimentos y líquidos respecto a su peso corporal, lo que incrementa el riesgo acumulativo.
Se necesita fortalecer la investigación local
¿Qué se puede hacer frente a este escenario? En primer lugar, es necesario fortalecer la investigación local para dimensionar el nivel real de exposición en México. Al mismo tiempo, las familias pueden adoptar medidas preventivas como: reducir el consumo de agua embotellada optando por filtros certificados, evitar calentar alimentos en recipientes plásticos, preferir textiles naturales y fomentar dietas con alimentos frescos y mínimamente procesados.
Los niños mexicanos sí están expuestos a los microplásticos a través de múltiples vías cotidianas. Aunque los efectos a largo plazo aún se investigan, resulta urgente implementar acciones de prevención y políticas públicas que reduzcan la contaminación plástica en el entorno. Proteger a la niñez de esta amenaza invisible es también proteger el futuro del país.