La obesidad infantil es un problema creciente en numerosos países y, aunque suele asociarse a la etapa escolar, empieza mucho antes. Los expertos señalan que los hábitos que se adquieren entre los 2 y los 5 años tienen un impacto enorme en la salud futura de los niños. En esa primera infancia, las guarderías y centros de educación temprana juegan un papel fundamental: no solo cuidan, sino que también educan en alimentación, movimiento y bienestar. Implementar estrategias efectivas en estas etapas es clave para prevenir la obesidad infantil desde el inicio.
Pueden promover la alimentación equilibrada para acabar con la obesidad infantil
Una de las primeras medidas que pueden tomar las guarderías es promover una alimentación equilibrada. Esto implica ofrecer menús supervisados por nutricionistas, ricos en frutas, verduras, proteínas de calidad y cereales integrales. Además, es importante limitar el consumo de alimentos ultraprocesados, zumos industriales y productos con exceso de azúcar. Las raciones adaptadas a la edad, junto con la introducción paulatina de nuevos sabores y texturas, favorecen que los niños desarrollen una relación saludable con la comida desde muy pequeños.
Además de la alimentación, el movimiento diario tiene un papel decisivo. A partir de los dos años, los niños necesitan correr, saltar, gatear, trepar y explorar su entorno físico. Las guarderías pueden fomentar esto mediante juegos dirigidos, circuitos psicomotrices, actividades al aire libre y períodos amplios de recreo. Reducir al mínimo el tiempo sedentario, especialmente frente a las pantallas, es esencial para un crecimiento adecuado. La Organización Mundial de la Salud recomienda que los menores de cinco años no pasen más de una hora al día frente a dispositivos, un límite que muchas familias agradecen que los centros educativos respeten.
También es clave la educación emocional y social
Otro punto clave es la educación emocional y social relacionada con la comida. A esa edad, los niños comienzan a imitar los comportamientos de adultos y compañeros. Hacer que las comidas sean un momento agradable, sin prisas ni presiones, ayuda a que el niño aprenda a identificar señales de hambre y saciedad. Las guarderías también pueden trabajar con cuentos, juegos o dinámicas grupales para transmitir la importancia de comer variado, probar alimentos nuevos y disfrutar del proceso.
Finalmente, la colaboración con las familias resulta indispensable. Mantener una comunicación constante, compartir pautas de alimentación saludable y ofrecer talleres o guías prácticas contribuye a que los buenos hábitos continúen en casa. Cuando guarderías y familias trabajan juntas, el impacto es mayor y los beneficios se extienden a largo plazo.
