En la última década, las aulas mexicanas han incorporado progresivamente herramientas digitales como pizarras interactivas, tabletas y computadoras como parte de los procesos de enseñanza. Aunque estas tecnologías ofrecen ventajas pedagógicas importantes, también han planteado nuevos retos para la salud visual de los escolares, especialmente en escuelas públicas donde el uso de pantallas es constante y el acceso a evaluaciones oftalmológicas regulares puede ser limitado.
La salud visual es fundamental en la infancia
El desarrollo de la visión en la infancia es un proceso crítico que continúa hasta la adolescencia. Exponer a los niños a pantallas durante periodos prolongados sin descansos adecuados puede contribuir a la aparición o progresión de problemas visuales como la fatiga ocular, el síndrome de visión por computadora y el aumento de miopía. Estos problemas se expresan comúnmente como ojos secos, visión borrosa, dolores de cabeza y dificultades para mantener la atención visual en actividades académicas.
Las pizarras digitales —aunque menos exigentes en cuanto al enfoque cercano que las pantallas individuales— también pueden influir en la tensión visual, especialmente si el brillo no está bien ajustado o si la distancia entre el estudiante y la pizarra no es la adecuada. En aulas públicas con infraestructura deficiente, la iluminación ambiental puede ser insuficiente o desbalanceada, exacerbando el esfuerzo ocular requerido para enfocarse correctamente.
Un factor significativo es la falta de pausas visuales estructuradas. Cuando los estudiantes miran pantallas sin descanso, sus músculos oculares permanecen tensos por largos periodos. La regla del “20-20-20” —descansar la vista cada 20 minutos mirando algo a 6 metros de distancia durante 20 segundos— es una estrategia simple que puede aliviar la fatiga ocular y debería integrarse en las rutinas escolares.
Se deben hacer exámenes visuales periódicos
Además, el acceso a exámenes visuales periódicos es clave para detectar problemas tempranos. En muchas comunidades mexicanas, especialmente rurales o con recursos limitados, los niños no reciben evaluaciones oftalmológicas regulares, lo que puede llevar a retrasos en el diagnóstico de condiciones como ambliopía o astigmatismo.
Para abordar estos desafíos, las escuelas pueden implementar programas de educación visual que enseñen a los alumnos y docentes prácticas saludables de uso de pantallas: ajustar el brillo, mantener distancias adecuadas, organizar pausas activas y promover actividades al aire libre que permitan variar los patrones de enfoque visual.
En definitiva, la tecnología en la educación es una herramienta valiosa, pero es esencial equilibrarla con prácticas que protejan la salud visual de los escolares. Con atención preventiva, educación y evaluaciones periódicas, es posible maximizar los beneficios educativos sin comprometer la visión de los estudiantes.
