Impacto del transporte público congestionado en la salud cardiovascular y respiratoria de los mexicanos

El transporte público es una pieza clave de la movilidad urbana en México, especialmente en grandes ciudades como Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. Sin embargo, el congestionamiento, la sobreocupación y la exposición prolongada a contaminantes dentro de estos sistemas tienen consecuencias directas sobre la salud cardiovascular y respiratoria de millones de usuarios diarios.

Uno de los principales factores de riesgo es la exposición constante a la contaminación del aire. Autobuses, microbuses y combis que circulan en tráfico intenso emiten partículas finas (PM2.5), dióxido de nitrógeno y otros contaminantes que, al ser inhalados de forma recurrente, inflaman las vías respiratorias. Esto puede agravar enfermedades como asma, bronquitis crónica y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), especialmente en personas mayores, niños y quienes ya padecen problemas respiratorios.

El impacto en la salud cardiovascular no se limita a los pulmones

El impacto no se limita a los pulmones. Diversos estudios han demostrado que la inhalación prolongada de contaminantes urbanos incrementa el riesgo de hipertensión, arritmias y eventos cardiovasculares, como infartos. El estrés oxidativo y la inflamación sistémica provocados por estas partículas afectan la función vascular y aumentan la carga sobre el corazón.

A esto se suma el estrés psicológico asociado al transporte congestionado. Viajar en unidades saturadas, con largos tiempos de traslado e incertidumbre sobre horarios, eleva los niveles de cortisol y adrenalina. Este estrés crónico tiene efectos acumulativos: acelera el ritmo cardíaco, eleva la presión arterial y puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares a largo plazo.

La falta de ventilación adecuada en unidades sobrecargadas también favorece la disminución de oxígeno disponible, generando sensación de fatiga, mareo y dificultad para respirar. En personas con condiciones preexistentes, estos episodios pueden desencadenar crisis respiratorias o descompensaciones cardíacas.

Se deben impulsar mejoras estructurales en el transporte público

Además, los largos trayectos diarios reducen el tiempo disponible para la actividad física, el descanso y la preparación de alimentos saludables, lo que indirectamente incrementa el riesgo de obesidad, diabetes y enfermedades del corazón.

Para mitigar estos efectos, es fundamental impulsar mejoras estructurales en el transporte público, como unidades menos contaminantes, mayor frecuencia de servicio y mejor ventilación. A nivel individual, cuando es posible, alternar trayectos con caminatas, usar cubrebocas en zonas de alta contaminación y mantener una buena hidratación puede ayudar a reducir el impacto negativo.

En conclusión, el transporte público congestionado no solo afecta la calidad de vida, sino que representa un riesgo real para la salud cardiovascular y respiratoria de los mexicanos. Abordar este problema requiere acciones coordinadas entre políticas públicas, urbanismo y promoción de la salud para construir ciudades más saludables y equitativas.