El ambiente obesogénico es resultante de las influencias que los entornos, las oportunidades y/o circunstancias de la vida, tienen para promover obesidad en individuos o la sociedad. Así lo describe el profesor de la Universidad de Auckland, Boyd Swinburn, en su libro “Dissecting obesogenic environments: the development and application of a framework for identifying and prioritising environmental interventions for obesity”. Ejemplos de estas circunstancias son el círculo social, la urbanización, la densidad de restaurantes de comida rápida en un área determinada, las porciones que comemos, entre otros.
Estos factores dan lugar a un aumento drástico en la obesidad y el sedentarismo de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), misma que en su último censo global elaborado en 2014, estimó que el 39 por ciento de los adultos de 18 años o más tenían sobrepeso y 13 por ciento eran obesos.
Todo lo que rodea a una sociedad influye en su estado físico. Si bien la cantidad de comida es vasta, muchas veces tus pacientes (y los médicos mismos) no escogen la opción correcta, ni la que le brinda nutrientes esenciales como tampoco, aquella que le podría ayudar a reducir o controlar su ingesta calórica. La tentación muchas veces los vence, y escogen lo primero que tienen a la mano.
Otra de las causas radica en la urbanización. En entrevista para la BBC, Mike Kelly, director del Instituto Nacional para la Salud y la Excelencia de Cuidado del Reino Unido, menciona que en las zonas urbanas se dan este tipo de ambientes obesogénicos donde la movilización en los autos está por encima de caminar. Cabe recordar que este año, la Ciudad de México fue nombrada como la “Ciudad más congestionada del mundo”, según el Índice de Tráfico Tom Tom 2016, y de acuerdo a esta agencia, circular por la capital del país representa 59 por ciento de tiempo extra, lo que fomenta el sedentarismo en tus pacientes al pasar más tiempo sentados, así como la obesidad ya que se cuenta con menos tiempo para comer.
Por otra parte, está la influencia de nuestro círculo de amigos y colegas, misma que se puede extender a nuestros hábitos alimentarios, de acuerdo con un estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Loyola en Chicago. Uno de sus investigadores, David Shoham, asegura que es necesario tomar en cuenta la influencia social en el diseño de tratamientos efectivos para combatir la obesidad, en especial entre los jóvenes, pues es el grupo más vulnerable a “contagiarse”.
Aunado a estos factores, nuestro país es uno de los que tienen mayor índice de obesidad y sedentarismo (60 millones de mexicanos son obesos, según la última Encuesta Nacional de Salud y Nutrición). Si a esto añadimos que existe un promedio de 2.4 especialistas en nutrición por cada mil habitantes, es un número bajo para la dimensión de esta epidemia.
Para mitigar estas causas, la OMS recomienda aplicar programas integrales que promuevan una ingesta responsable, entornos de nutrición y actividad física y fortalecer las orientaciones preventivas, a partir de acciones conjuntas de distintos sectores como gobiernos, organizaciones no gubernamentales, instituciones académicas, fundaciones filantrópicas y sector privado, principalmente. Este último tiene la responsabilidad de facilitar el acceso y participación en actividades físicas a la población, como parte de una estrategia de bienestar personal, además del social y ambiental.
A este respecto, la refresquera Coca-Cola concuerda en que es importante sumar esfuerzos con academia, gobierno, organizaciones de la sociedad civil y las comunidades para llevar a cabo programas que favorezcan el fomento de una cultura en salud, como lo enfatiza en su Informe de Sustentabilidad 2016. De esta manera, impulsa y promueve cambios positivos en el bienestar personal a través de diversas acciones como educación para una mejor alimentación y autocuidado; promoción de actividades físicas (“Te mueves tú, se mueven todos” movió a más de 9 millones de mexicanos en 2015), investigación en las áreas de hidratación, nutrición e ingredientes; mercadotecnia responsable y variedad de opciones en sus productos (200 presentaciones con menos de 100 calorías).
Finalmente, saber si las tasas de obesidad y sedentarismo están disminuyendo es algo complicado. Pensemos en una persona que deja de consumir pan, y lo sustituye por un coctel de frutas con chantilly y miel, ambos alimentos con casi la misma cantidad de calorías. O una que añade más frutas a su dieta, pero que come más helado. Esto dificulta saber con claridad si los esfuerzos que se están llevando a cabo son efectivos. No obstante, no sería disparatado pensar que la solución comienza con la educación en casa o el consultorio.