En México, existen 11 programas de formación en partería funcionando y cuyo requisito para la graduación era el haber atendido un mínimo de 40 partos. Estos son programas que se concentran, fundamentalmente, en la Ciudad de México y en el sur del país.
La Comisión Interinstitucional para la Formación de Recursos Humanos para la Salud (CIFRHS), que está conformada por la Secretaría de Salud y la Secretaría de Educación Pública acredita todos los programas académicos, extendiendo una “Opinión Técnica Favorable”.
Con el ROVE, los alumnos de partería obtienen una cédula oficial
Esto lo que hace es habilitar al programa para tramitar ante la Secretaría de Educación Pública el Registro de Validez Oficial de Estudios (ROVE). Ya con este registro, los programas de formación pueden dar a sus alumnos una cédula oficial que les permita ser contratadas en el sector público. Las escuelas autónomas de partería no acceden al RVOE y, por lo tanto, sus egresados solo pueden ejercer en el sector privado.
Asimismo, la CIFRHS también certifica al personal de salud, incluyendo a las enfermeras, a través de exámenes nacionales como pro-requisito para graduarse. A partir del año 2014 se creó un subcomité en partería y se prepara también una propuesta de competencias para la certificación de parteras, lo que ayuda a homologar los diferentes recorridos educativos.
Un reto añadido en la formación es la falta de oportunidades para realizar prácticas
En la línea de base se revisaron los programas de formación para identificar en qué medida incluían las prácticas basadas en la evidencia. Se utilizó una lista de 20 prácticas: las 17 prácticas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y tres prácticas orientadas a fortalecer la pertinencia cultural de la atención brindada.
Por último, hay que destacar que un reto añadido en la formación de personal de partería es la falta de oportunidades para realizar sus prácticas en servicio con un acompañamiento y supervisión adecuados. Esto es debido a que la práctica obstétrica no incorpora totalmente las prácticas basadas en la evidencia y, por tanto, surgen dificultades para aplicarlas en entornos clínicos. En ocasiones, durante la fase práctica, las estudiantes son instadas a utilizar prácticas y maniobras no actualizadas de acuerdo a la evidencia científica que han sido instruidas a evitar en sus estudios teóricos.