La relación médico-paciente es piedra angular en ejercicio del a Medicina, por tanto, el profesional de la salud debe brindarle todos los recursos de su ciencia al paciente, así como su lealtad. Sin embargo, a pesar de que esto está estipulado en declaraciones internacionales, es frecuente que exista deterioro en la relación que se establece con los adultos mayores, ya que muchas veces no se cree que tengan la capacidad de decidir qué es lo que más les conviene e, incluso, su familia desea intervenir sin que sea necesario.
Cabe señalar que esto último resulta natural ya que los vínculos de responsabilidad moral en el seno familiar, sobre todo en países latinoamericanos como México, influyen en la toma de decisiones. No obstante, aunque es importante contar con el apoyo de la familia, principalmente para aquellas decisiones en las cuales se afecta seriamente la calidad de vida del paciente y son los parientes quienes asumirán sus cuidados, la prioridad es conservar la autonomía e intimidad del adulto mayor.
Si el paciente anciano no acepta la participación de la familia y/o, por otra parte, el médico no facilita información, la situación se complica tanto para el individuo como para los familiares, de modo que la única solución posible es efectuar un acercamiento prudente, primero con el paciente y luego con la familia a fin de negociar sobre el problema en cuestión.
La toma de decisiones compartida requiere que el médico trate de satisfacer al paciente anciano y, al mismo tiempo, encuentre alternativas razonables para la familia. Por tanto, en el proceso de decisión compartida se deben conjuntar:
- El conocimiento del cuidador.
- La experiencia del profesional de la salud.
- Los valores más importantes para el paciente anciano.
De este modo será posible garantizar el bienestar del adulto mayor y su derecho individual a ser tratado como un sujeto, y no como objeto.