La deshidratación crónica es un problema de salud silencioso pero frecuente en personas mayores. A medida que envejecemos, el cuerpo pierde parte de su capacidad para conservar agua, el reflejo de la sed disminuye y algunas enfermedades o medicamentos pueden interferir en el equilibrio de líquidos. Esto convierte a los adultos mayores en una población especialmente vulnerable.
A diferencia de la deshidratación aguda —que puede surgir tras vómitos, diarrea o un golpe de calor— la deshidratación crónica se desarrolla de forma lenta y progresiva. Muchas veces no se detecta fácilmente, pero puede tener consecuencias serias, como infecciones urinarias, caídas, confusión mental, fatiga y un mayor riesgo de hospitalización.
¿Cuáles son las señales de alerta de deshidratación crónica?
En los adultos mayores, los síntomas no siempre son evidentes. Algunas señales que pueden indicar deshidratación crónica son:
- Sequedad en la boca o labios agrietados.
- Orina oscura o en menor cantidad de lo habitual.
- Confusión, irritabilidad o somnolencia.
- Mareos al ponerse de pie.
- Estreñimiento.
- Dolor de cabeza o debilidad general.
En casos más graves, puede haber taquicardia, presión arterial baja o pérdida de conciencia. Por eso es vital prestar atención a los pequeños cambios en el comportamiento o el estado físico de una persona mayor.
Hábitos para prevenir la deshidratación
- Fomentar la ingesta regular de líquidos: Aunque no sientan sed, es importante animarlos a beber agua a lo largo del día. También se pueden ofrecer infusiones, caldos, zumos naturales o frutas con alto contenido en agua como sandía, melón o naranja.
- Evitar bebidas deshidratantes: Reducir el consumo de alcohol, café o refrescos con cafeína, que pueden tener efecto diurético.
- Ofrecer líquidos de forma atractiva: Utilizar vasos coloridos, dejar botellas visibles o preparar bebidas frías con trozos de fruta puede incentivar su consumo.
- Controlar los medicamentos: Algunos tratamientos pueden aumentar la pérdida de líquidos. Es importante revisar estos efectos con el médico.
- Crear rutinas: Establecer horarios para beber líquidos, por ejemplo, al levantarse, entre comidas y antes de dormir.
La deshidratación en personas mayores no debe subestimarse. Con vigilancia, educación y pequeños gestos cotidianos, es posible prevenirla y mejorar su bienestar y calidad de vida. Hidratarse no es solo una necesidad fisiológica: es una herramienta clave para envejecer con salud.