En un momento donde el acceso a la información sobre salud nunca ha sido mayor, la humanidad enfrenta una contradicción alarmante: el exceso de peso continúa creciendo a ritmos incontrolables. Según la World Obesity Federation, para el año 2035, más del 50% de la población mundial tendrá sobrepeso y cerca del 25% vivirá con obesidad. Esta crisis no solo representa una amenaza sanitaria, sino que también tendrá un profundo impacto económico: un coste estimado de 4,32 billones de dólares al año, equivalente al 3% del PIB mundial.
Aunque tradicionalmente se ha vinculado a los países desarrollados, hoy la obesidad se expande con mayor rapidez en las naciones de ingresos bajos y medios. Casos como Nauru o diversas islas del sur del Pacífico muestran cómo las barreras económicas para acceder a alimentos saludables impulsan la dependencia de comida ultraprocesada, lo que se traduce en un aumento dramático de enfermedades relacionadas con el peso.
En América, Estados Unidos lidera el ranking de obesidad tanto relativa como absoluta, superando incluso a países superpoblados como China o India. Pero lo más alarmante es el crecimiento del problema entre niños y adolescentes, con proyecciones de más de 380 millones de jóvenes con obesidad en 2035. Esta tendencia apunta hacia un futuro donde la carga de enfermedades crónicas podría comenzar cada vez a edades más tempranas.
La industria de la moda rápida y el costo del consumo masivo
De forma similar a la epidemia de obesidad, la industria de la moda rápida (fast fashion) ha crecido explosivamente gracias a productos baratos y accesibles, pero de bajo valor nutricional en el caso de los alimentos, o de baja calidad y alto costo ambiental en el caso del vestuario. Ambas industrias reflejan cómo la globalización ha democratizado el acceso al consumo, pero a un precio alto: salud deteriorada o daño ambiental irreversible.
Al igual que muchas poblaciones recurren a comida chatarra por su bajo precio y disponibilidad, millones de consumidores eligen ropa desechable por razones similares. La consecuencia: un planeta sobrecargado por residuos textiles y una población sobrealimentada con calorías vacías. En ambos casos, la solución pasa por educación, acceso y regulación adecuada.