El 25 de septiembre de 2015 la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Se trata de 17 metas globales que funcionan como respuesta a los desafíos más complejos de la sociedad y el mundo.
Dichas metas, también conocidas como la Agenda 2030, constituyen el llamado para todos los gobiernos pero también para toda la sociedad hacia un futuro justo, sostenible y equitativo bajo el lema de “No dejar a nadie atrás”.
Se trata de un tema que tiene una profunda relación con la industria farmacéutica porque uno de sus propósitos es desarrollar nuevos tratamientos médicos. Para profundizar, en Saludiario tuvimos la oportunidad de platicar con Martha L. Caballero, quien es Directora Senior de Asuntos Corporativos para América Latina en AstraZeneca e hizo un llamado urgente a la acción colectiva.
También lee: México tiene 4 nuevos Protocolos Nacionales de Atención Médica: Conoce en qué consiste cada uno
¿En qué consiste la Agenda 2030?
Esta Agenda da testimonio de la interconexión que existe entre cada uno de los ámbitos del quehacer humano y su impacto innegable en el planeta. En el eje de salud los Objetivos de Desarrollo Sostenible cuentan con metas específicas reconociendo el vínculo intrínseco con otros factores que inciden en el bienestar de las personas.
Es bien conocida la relación que existe con la educación y el acceso a agua potable, pero la Agenda 2030 da un paso hacia adelante y reconoce que la salud de las personas y las comunidades dependerá de su contexto social y económico, además de los factores biológicos.
El tipo de trabajo, la movilidad, la vivienda, el entorno urbano-rural, el género, el ingreso aportan para la salud o enfermedad de las personas; así como la oportunidad para cuidar de ella. Una comunidad que vive en condiciones de hacinamiento, en la que faltan recursos básicos de saneamiento o hay mucha contaminación, difícilmente podrá prevenir y hacer frente a enfermedades, aunque exista infraestructura médica cercana o disponible.
En América Latina, las profundas brechas sociales hacen que los desafíos que busca resolver esta Agenda se vivan con mayor urgencia, requiriendo soluciones integrales que pongan a las personas en el centro.
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS) la región concentra algunos de los niveles más altos de desigualdad en el mundo, derivando en mayores tasas de mortalidad y morbilidad evitables.
¿Cuáles son los desafíos que representan las enfermedades no transmisibles?
Las enfermedades no transmisibles (ENTs) representan cerca del 80% de las muertes y reflejan cómo estas brechas se manifiestan en el cuidado a la salud: falta de estilos de vida saludables, acceso limitado a diagnóstico temprano y tratamiento oportuno perpetuando los ciclos de vulnerabilidad.
De no abordarse con una visión preventiva y de fortalecimiento a los sistemas de salud, el costo económico derivado de las ENTs podría superar el 4 % del PIB regional hacia 2050, comprometiendo no solo la salud de las personas sino la sostenibilidad de los sistemas y economías de la región.
El desafío es más complejo: a estas determinantes sociales se suman desafíos ambientales que también afectan la salud. Una investigación de la Universidad de Belice realizada en 337 ciudades de nueve países en Latinoamérica y el Caribe confirma que la exposición a partículas finas suspendidas (PM2.5) derivadas principalmente de la quema de combustibles fósiles, está asociada directamente a mortalidad cardiovascular y respiratoria.
Este hallazgo se suma a que, según la revista científica especializada Science of the Total Environment, el 58% de la población urbana de América Latina vive en zonas que superan ampliamente el límite de exposición recomendado por la OMS para dichas partículas.
¿Por qué la salud es transversal?
Las cifras anteriores reflejan una realidad contundente: en América Latina las desigualdades sociales y económicas, la contaminación y el cambio climático impactan de forma directa en la salud pública. En este sentido, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, representan una guía clara y vigente porque son un elemento transversal que se conecta intrínsecamente con otros.
A pesar de mostrar avances generales, el monitoreo regional de avance en su cumplimiento muestra resultados heterogéneos. Mientras los Objetivos de Desarrollo Sostenible relacionados con Igualdad de Género, Energía Asequible y Trabajo Decente presentan tendencias positivas hacia el cumplimiento de sus metas en 2030, los relacionados con Agua Limpia, Reducción de Desigualdades y Clima, se encuentran dentro del 36% con mayores probabilidades de fracasar.
En nuestra región, hablar de salud es hablar de acceso, de equidad, de transformación de los sistemas sanitarios. Por eso impulsamos acciones que conecten estos retos, no que los aborden por separado.
También lee: Farmacoeconomía: ¿Qué es y cómo impacta a los médicos?
¿Cómo luce el futuro rumbo al 2030?
Este escenario podría parecer desalentador pero la Agenda 2030 refiere un compromiso no sólo entre gobiernos y organizaciones internacionales, sino también un llamado a la colaboración de todo el gobierno y toda la sociedad, sumando de manera clara al sector privado y sociedad civil.
Este compromiso es más urgente que nunca. La pandemia de Covid-19 nos mostró la urgencia de transformación de los sistemas de salud y el valor innegable, para asegurar un futuro más equitativo y sostenible, de alianzas estratégicas, soluciones innovadoras y una visión común que ponga a las personas en el centro.
Invertir en salud es invertir en desarrollo sostenible.
Tal como se ha señalado, la salud de las personas es producto no sólo de su herencia genética sino de los estilos de vida, incluyendo las determinantes sociales y económicas, haciendo que las inequidades incidan de manera directa en la salud pública de los países. La salud debe ocupar un lugar central en cualquier agenda que aspire a un desarrollo sostenible.
Invertir en la transformación de los sistemas de salud, fortaleciendo su resiliencia y capacidad de respuesta, no solo impacta en el bienestar de las personas, también contribuye a reducir desigualdades, fortalecer las economías tanto personales como nacionales y a mitigar los efectos del cambio climático.