Desde su implementación en octubre de 2020, el etiquetado frontal en alimentos en México ha buscado ofrecer a los consumidores información clara sobre los productos ultraprocesados. Con sellos que advierten “Exceso de azúcares”, “Exceso de sodio” o “Exceso de grasas saturadas”, esta medida pretende reducir el consumo de productos poco saludables y fomentar decisiones de compra más conscientes. Pero, ¿realmente ha cambiado los hábitos de los mexicanos?
El etiquetado frontal en alimentos puede influir en la decisión de compra
A cuatro años de su puesta en marcha, distintos estudios muestran resultados mixtos. Por un lado, una parte de la población —especialmente los jóvenes adultos y padres de familia— asegura que los sellos de advertencia influyen en sus decisiones de compra. Muchos consumidores afirman que ahora leen con mayor atención las etiquetas y optan por alternativas con menos sellos o versiones más naturales de los productos.
Sin embargo, el impacto real en el cambio de hábitos alimentarios todavía es limitado. México sigue ocupando uno de los primeros lugares mundiales en obesidad y sobrepeso, tanto en adultos como en niños. Aunque el etiquetado ha aumentado la conciencia sobre los riesgos de una dieta alta en azúcar y grasas, los hábitos de consumo dependen también de factores económicos, culturales y de disponibilidad de alimentos saludables.
Los expertos en salud pública señalan que el etiquetado frontal es una herramienta útil, pero no suficiente por sí sola. Para lograr un cambio sostenido se requieren políticas complementarias, como la promoción de la educación nutricional, el acceso a alimentos frescos a precios accesibles y la regulación de la publicidad dirigida a niños. Además, la industria alimentaria ha buscado adaptar sus productos, reformulando algunos para reducir su contenido de sodio o azúcar y así evitar múltiples sellos.
En zonas urbanas ha tenido mayor aceptación
Otro aspecto importante es la percepción del consumidor. En las zonas urbanas, el etiquetado ha tenido mayor aceptación, mientras que en áreas rurales o con menor nivel educativo su comprensión puede ser más limitada. Esto evidencia la necesidad de fortalecer las campañas de información y educación alimentaria en todo el país.
En conclusión, el etiquetado frontal en alimentos en México ha sido un paso positivo hacia la transparencia y la salud pública. Ha mejorado la conciencia sobre lo que comemos, pero el cambio de hábitos requiere un esfuerzo colectivo y sostenido. Informar es solo el primer paso; transformar la forma en que comemos es el verdadero desafío para construir un México más saludable.
