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Guía para hablar de la muerte con tus pacientes pediátricos

Hablar de la muerte con los pacientes pediátricos es muy complicado pero siempre debe ser de manera natural, sin prejuicios ni tabúes.
muerte pacientes pediátricos

El trabajo de todos los médicos es bastante complejo por todas las acciones que deben realizar. Por lo mismo se necesitan de tantos años de preparación aunque también hay aspectos que pocas veces son vistos en la universidad, internado y servicio social. Uno de los principales es la forma en que se debe hablar de temas como la muerte con los pacientes pediátricos. Se escucha cruel pero es algo que a todos se les presenta al menos una vez dentro de su carrera profesional.

En ese sentido, la interacción con los niños siempre es distinta que con los adultos. No se les debe subestimar pero tampoco se debe caer en el error de ser demasiado directo. Lo ideal es conseguir un punto medio para lograr una correcta transmisión de la información.

Al respecto, Grupo Gayosso, empresa enfocada en la prestación de servicios funerarios, comparte algunos consejos de gran valor. El objetivo es no afectar la salud emocional de los más pequeños al momento de hablar de este tema tan delicado.

Para los adultos es difícil hablar de la muerte con los niños; sin embargo, en algún momento de sus vidas, tendrán que hacerlo. Por ejemplo, cuando muere un familiar, una mascota, algún amigo, alguna persona conocida o figura pública. Cuando esto sucede, con frecuencia, no sabemos qué decirles.

Los niños son muy observadores del entorno y pueden detectar el clima emocional. Si, como adultos, se evita hablar de la muerte, los niños obtendrán información de otras fuentes menos confiables o generarán sus propias ideas de forma distorsionada.

Algunas frases que puedes emplear

Es importante elegir las palabras con cuidado. Algo que le brinde consuelo al adulto puede generarle miedo a los niños. Por eso hay que considerar cómo un niño puede interpretar el decir “duerme en paz”, “lo perdimos”, “se fue al cielo”, “nos ha dejado”, “ya no está con nosotros”, “dejó de sufrir”, “se fue a un mejor lugar”, etc.

Si se le permite al niño hablar sobre la muerte, será posible brindarle la información que necesita de manera natural, sin prejuicios, ni tabúes. Es recomendable fomentar que expresen sus preocupaciones e inquietudes y los sentimientos que le genera el tema.

La muerte es parte de la vida cotidiana de un menor porque experimentan situaciones de muerte de los personajes en los videojuegos, dibujos animados, cuentos de hadas, etc. Hay que tener cuidado con la forma en la que se aborda el tema por lo que se sugiere estar abiertos a los intentos de la comunicación en los niños. Se debe escuchar, comprender y respetar sus sentimientos. Dar explicaciones sinceras, breves y fáciles de entender en un lenguaje sencillo y adecuado para la edad del niño.

La forma en la que los niños entienden la muerte y cursan el duelo va cambiando a medida que crecen. Los preescolares entienden la muerte como algo reversible, temporal e impersonal, como ocurre con los dibujos animados. Entre los cinco y los nueve años de edad, la mayoría de los niños comienzan a darse cuenta de que la muerte es algo definitivo y que todos acabamos muriendo, aunque abrigan la idea de que de algún modo, podemos escapar de ella por medio de nuestro propio ingenio. A estas edades, los niños asocian la muerte con un esqueleto o con un ángel, y algunos de ellos llegan a sufrir pesadillas.

A partir de los nueve o diez años de edad y durante la adolescencia, los niños empiezan a entender plenamente que la muerte es irreversible, y elaboran ideas filosóficas acerca de la vida y la muerte.

Los niños pueden reaccionar y mostrar el dolor de distintas maneras. Por ejemplo: cambiar los hábitos de alimentación y de sueño, estar inusualmente callados o malhumorados, dejar de hablar y estar angustiados en general, manifestar miedo de quedarse solos, tener pesadillas y rabietas. De igual manera, pueden pensar que hicieron algo para causar la muerte y al preocuparse por su propia muerte podrían llegar a desarrollar síntomas de enfermedades imaginarias.

“Se sugiere que, frente a estas circunstancias, el adulto no compare el dormir con la muerte, explique lo que le pasa al cuerpo cuando la persona muere. Por ejemplo: el corazón deja de latir, la respiración deja de fluir, el cuerpo ya no se mueve ni siente más dolor, y la persona no se “despertará”, comentó la experta Claudia Bermúdez, colaboradora del programa de Tanatología en Grupo Gayosso.

Nunca se debe culpar de la muerte a los pacientes pediátricos

Es importante asegurarle al niño que él no causó la muerte y, si se decide que asista al funeral, hay que prepararlo con detalles sencillos acerca de lo que sucede en estos eventos. Si se presentan problemas físicos hay que expresarle que está permitido estar triste, pero hay que protegerlo de un dolor intenso acudiendo a orientación profesional para que le ayuden a entender y procesar las emociones.

Se recomienda responder a sus preguntas con honestidad. Está bien decir que no se tienen las respuestas; hay que compartir los propios sentimientos y los recuerdos de la persona fallecida. Es favorable motivarlos a expresar sus emociones, incluso el enojo a través del dibujo, escribir un poema o crear una obra de arte.

No hay que olvidar que son niños y necesitan apoyo y consuelo. Se le puede dar al niño algo que haya pertenecido a la persona que murió como una manera de recordar y conmemorar.

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