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Hogeweyk, un pueblo creado sólo para pacientes con demencia

En Holanda un geriátrico se transformó en toda una comunidad para que los enfermos puedan vivir rodeados de tranquilidad.

A lo largo de los años en muchas ocasiones se han mostrado en las películas ciudades específicamente creadas para ciertos grupos de población, desde comunidades futuristas desarrolladas solamente para los ricos, hasta los barrios creados únicamente para los agricultores. Aunque se pensaba que este estilo de vida sólo se podía vivir en las producciones cinematográficas, una comunidad al sur de Amsterdam demostró lo contrario.

En Weesp, al sudeste de la capital, existe una metropoli cerrada conformada por 23 edificios, dos parques, un teatro, un centro comercial, un bar y un restaurante, los cuales son exclusivos para los residentes que comparten algo en común: un grado avanzado de demencia senil, ya sea por Alzheimer o por otras enfermedades asociadas.

Hogeweyk (como se llama) es un geriátrico, pero nada lo revela. Los implementos médicos y especialistas están en todos lados, desde los parques hasta los teatros, pero ninguno se hace notar, ni lleva una uniforme. Un claro ejemplo es el barman que trabaja en el bar del lugar, que aunque sí es un bartender de verdad, tiene además la especialidad secundaria en trato de ancianos enfermos.

Los geriátricos tradicionales causan miedo, estrés, nerviosismo, pues la gente está en un ambiente que no reconoce, con estímulos negativos y sin el contexto social que han tenido durante todas sus vidas. El objetivo de Hogeweyk es que se sintieran tan a gusto como estando en su casa y con sus familiares”, expresó Eloy Van Hal, quien desarrolló la idea del lugar.

La idea de este mega centro surgió cuando Van Hal tuvo la idea de dejar de confundir a la gente que por su enfermedad ya vive confundida. De acuerdo con el creador en 1993, cuando Hogeweyk era todavía un asilo, el 50 por ciento de los pacientes recibía medicación antipsicótica; para el 2016 sólo el 8 por ciento.

En dicho sitio los pacientes pueden seguir sus vidas tranquilas sin la violencia del entorno frecuente que se vive en los hospicios y hospitales. En la comunidad -que se puso en marcha en 2008- los pacientes viven en su propia casa, decorada a su propio gusto y reciben los cuidados de un asistente que los ayuda a realizar las tareas cotidianas y los acompaña en las terapias y las actividades de ocio.

Un equipo de arquitectos diseñó cuatro estilos diferentes para los departamentos, el cosmpolita, el amante de la naturaleza, el de lujo y el holandés tradicional. Esto le da a la gente la confianza de elegir y sentirse valorado.

De acuerdo con los especialistas, los beneficios en la salud de los residentes están relacionados con la imposibilidad de un aislamiento, pues diversos estudios han demostrado que la soledad es un factor detonador en enfermedades neurológicas y una generador de malestar en las personas mayores.

Desafortunadamente este tipo de comunidad en la actualidad solo es posible en Holanda, donde el estado hace una fuerte inversión en la salud de sus ciudadanos. El costo por paciente está aproximadamente 6 mil euros mensuales, de los cuales sólo aquellos con recursos aportan el 40 por ciento.

No obstante, en otras partes del mundo hay ideas similares, un ejemplo está en Dresden, el centro de Alexa en Alemania,  donde las calles están decoradas como en la década de los sesenta y setenta para ayudar a que los pacientes con Alzheimer, que no tienen memoria cercana pero si de largo plazo, reestructuren sus vidas en un espacio que pueden reconocer.

Según datos dados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el mundo entero hay aproximadamente 50 millones de personas que padecen demencia y cada año desafortunadamente se registran cerca de 10 millones casos nuevos.

En México, se estima que hay 800 mil personas con demencia y para el año 2050 serán más de 3 millones.

El 33 por ciento de los mexicanos desarrollará un trastorno mental en la tercera edad, desde un estado ansioso hasta Alzheimer o Parkinson, enfermedades aún sin cura”, asegura la investigadora del Instituto de Fisiología de la UAP, María del Carmen Cortés Sánchez.

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