La mortalidad materna sigue siendo una de las problemáticas más dolorosas y evitables en el sistema de salud mexicano, especialmente en las zonas rurales. Aunque se han logrado avances en los últimos años, aún persisten desigualdades profundas que colocan a miles de mujeres en situación de riesgo durante el embarazo, el parto y el posparto.
Las causas de la mortalidad materna en estas regiones no se explican únicamente por factores médicos. Más bien, es el resultado de un entorno marcado por la falta de acceso a servicios de salud oportunos, escasez de personal capacitado, caminos intransitables, pobreza y brechas educativas. Una hemorragia posparto, una infección o una complicación hipertensiva pueden ser tratables en una clínica urbana, pero pueden convertirse en tragedia en una comunidad alejada sin infraestructura médica.
La falta de seguimiento durante el embarazo es una de las principales causas de mortalidad materna
Muchas mujeres en zonas rurales no reciben atención prenatal adecuada. La falta de seguimiento durante el embarazo impide identificar riesgos a tiempo. Además, el parto muchas veces ocurre en casa, sin la asistencia de profesionales, lo que incrementa la probabilidad de complicaciones fatales.
Uno de los grandes retos es garantizar la presencia de parteras profesionales, médicas y enfermeras en comunidades alejadas, así como contar con centros de salud equipados y funcionales. Los traslados de emergencia, cuando existen, suelen ser lentos y costosos, lo que compromete la posibilidad de una intervención eficaz.
Prevenir es la clave
La prevención es la clave. Impulsar campañas educativas sobre salud materna, promover controles prenatales regulares, capacitar a parteras tradicionales e integrar servicios comunitarios de salud son estrategias fundamentales. También es importante que las mujeres tengan voz y autonomía para tomar decisiones sobre su cuerpo y su maternidad, lo cual implica combatir prácticas culturales que limitan su acceso a atención médica.
Las políticas públicas deben enfocarse en reducir estas brechas: asegurar financiamiento para centros de salud rurales, mejorar los caminos y transporte sanitario, y fortalecer los programas de atención materna con enfoque intercultural y de género.
Cada muerte materna es una tragedia que, en la mayoría de los casos, pudo haberse evitado. Prevenirla no solo es una cuestión médica, sino de justicia social y equidad. Garantizar que todas las mujeres mexicanas, sin importar dónde vivan, puedan vivir una maternidad segura debe ser una prioridad nacional.