La genética ya no es vista como un destino inalterable. Gracias a la epigenética, hoy sabemos que los factores ambientales —entre ellos, los alimentos— pueden influir en la expresión de nuestros genes sin modificar directamente el ADN. Esta interacción entre nutrición y epigenética abre nuevas puertas en la prevención de enfermedades crónicas, como la diabetes, la obesidad, el cáncer o las patologías cardiovasculares.
La epigenética estudia los mecanismos que regulan la actividad de los genes. A través de procesos como la metilación del ADN, la modificación de histonas o los ARN no codificantes, las células pueden “activar” o “silenciar” ciertos genes en función del entorno. La alimentación es uno de los factores epigenéticos más potentes, ya que los nutrientes actúan como señales moleculares que pueden modificar esta expresión genética.
Hay alimentos con compuestos bioactivos que tienen efectos epigenéticos
Por ejemplo, se ha demostrado que compuestos bioactivos presentes en alimentos naturales —como el sulforafano del brócoli, la curcumina de la cúrcuma o los polifenoles del té verde— tienen efectos epigenéticos que pueden inhibir genes relacionados con procesos inflamatorios o proliferación celular, implicados en el desarrollo de tumores.
Asimismo, el exceso de azúcares, grasas trans y alimentos ultraprocesados puede inducir cambios epigenéticos negativos, activando vías asociadas con el estrés oxidativo, la inflamación crónica y el envejecimiento celular.
Estos efectos no solo impactan a nivel individual, sino también intergeneracional. La nutrición materna durante el embarazo puede influir en la expresión genética del feto, condicionando su salud futura. Esto subraya la importancia de una alimentación equilibrada desde etapas tempranas de la vida.
Lo ideal es adoptar una dieta variada
Adoptar una dieta variada, rica en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y grasas saludables, no solo cubre nuestras necesidades nutricionales, sino que también puede actuar como un modulador epigenético que protege contra enfermedades.
La investigación en este campo es aún joven, pero su potencial es enorme. A medida que comprendemos mejor cómo la nutrición interactúa con nuestra biología, se abren posibilidades para una medicina más personalizada y preventiva, donde los hábitos diarios juegan un rol central en la salud.
En definitiva, lo que comemos no solo nos alimenta: también envía mensajes a nuestras células. Cuidar la alimentación es, en muchos sentidos, cuidar nuestra genética activa y la de futuras generaciones.