Durante décadas, la desnutrición fue vista como el principal problema alimentario global. Sin embargo, en los últimos años, el panorama ha cambiado drásticamente: el mundo enfrenta una doble carga de malnutrición, en la que la obesidad y la desnutrición coexisten, a menudo dentro de una misma comunidad e incluso en un mismo hogar. Este fenómeno refleja las desigualdades del sistema alimentario global y plantea nuevos desafíos para la salud pública.
Dos extremos de una misma realidad
La desnutrición sigue afectando a millones de personas, sobre todo en países con bajos ingresos, donde la falta de acceso a alimentos variados y nutritivos provoca retraso en el crecimiento, debilidad del sistema inmunológico y dificultades en el desarrollo infantil.
Por otro lado, la obesidad se ha convertido en una epidemia global, impulsada por el consumo de alimentos ultraprocesados, ricos en azúcares y grasas, y por estilos de vida cada vez más sedentarios.
Lo preocupante es que ambos problemas pueden coexistir en el mismo entorno. Es común encontrar comunidades donde los niños padecen carencias nutricionales mientras los adultos presentan sobrepeso. Esta paradoja se explica por el acceso desigual a los alimentos: los productos más económicos suelen ser los menos saludables.
Consecuencias para la salud de la obesidad y desnutrición
La doble carga de malnutrición aumenta el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y trastornos metabólicos. En los niños, la desnutrición temprana combinada con una alimentación deficiente en etapas posteriores puede alterar su metabolismo y predisponerlos a la obesidad en la edad adulta.
Hacia una alimentación más equilibrada para frenar la obesidad y la desnutrición
Enfrentar esta doble problemática requiere acciones integrales. Los gobiernos y organismos internacionales deben promover políticas alimentarias sostenibles, mejorar el acceso a alimentos frescos y saludables, y fortalecer los programas de educación nutricional.
A nivel individual, fomentar dietas basadas en productos locales, frutas, verduras, legumbres y cereales integrales es una estrategia clave. Asimismo, es esencial reducir el consumo de bebidas azucaradas y comida rápida, e incentivar la actividad física desde la infancia.
Un reto global con soluciones locales
La doble carga de la malnutrición no es solo un problema médico, sino también social y económico. Combatirla implica transformar la forma en que producimos, distribuimos y consumimos alimentos. Garantizar una nutrición adecuada para todos es uno de los grandes desafíos del siglo XXI y una condición indispensable para lograr un futuro más saludable y equitativo.