Existe una estrecha relación entre la obesidad y la salud cerebral que muchas veces pasa desapercibida. Ambos aspectos representan severos problemas de gran escala global y aunque están interconectados muchas veces se abordan por separado. Por lo mismo, un cambio en el manejo y abordaje podría ayudar para lograr mejores resultados con los pacientes.
Sumado a lo anterior, la American Heart Association (AHA) ha señalado que la inflamación crónica y los desequilibrios hormonales asociados a la obesidad afectan áreas clave del cerebro, incluyendo la regulación emocional, la memoria y la concentración. Estos efectos aumentan el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, lo que subraya la urgencia de un abordaje preventivo y oportuno.
Relación entre la obesidad y la salud cerebral
La obesidad incrementa significativamente el riesgo de padecer trastornos como la depresión y la ansiedad, condiciones que a su vez dificultan el control del peso. Según la Obesity Health Alliance del Reino Unido, las personas con enfermedades mentales tienen entre 2 y 3 veces más riesgo de vivir con exceso de masa corporal.
Por otro lado, quienes padecen obesidad presentan entre un 30% y un 70% más probabilidad de desarrollar un trastorno mental, en comparación con la población sin esta enfermedad.
Asociación entre la obesidad y la depresión
Diversos estudios han confirmado que la relación entre este padecimiento y la depresión es bidireccional: las personas que viven con obesidad presentan un mayor riesgo de desarrollar depresión. Y al mismo tiempo, quienes viven con depresión tienen mayor probabilidad de desarrollar obesidad.
Esta interacción genera un círculo complejo donde factores emocionales, hormonales y conductuales se retroalimentan negativamente, dificultando el tratamiento y la adherencia a los cuidados.
“La obesidad es una enfermedad compleja y crónica que requiere un abordaje integral, en el que la salud mental debe considerarse un componente crítico. Condiciones como la depresión, la ansiedad o el estrés dificultan la adherencia a la dieta, el ejercicio y el tratamiento médico, pero la intervención psicológica brinda herramientas conductuales que mejoran la motivación y los resultados clínicos”, señaló el doctor Claudio Vincenzo Fiorentini, director ejecutivo para el Área Médica de Cardiometabolismo de Lilly en México.
Los países menos desarrollados son los más afectados
A pesar de lo anterior, en países de ingresos medios como México, esta relación se complica aún más debido a la falta de recursos y capacitación profesional para ofrecer apoyo psicológico dentro del tratamiento de la obesidad, así como por la ausencia de equipos multidisciplinarios, según la World Obesity Federation. Esta realidad limita el acceso a un abordaje integral, necesario para mejorar la calidad de vida de las personas afectadas.
La ciencia también ha identificado un trasfondo biológico: la obesidad promueve un estado de inflamación crónica y desequilibrios hormonales que alteran la salud cerebral. La AHA ha señalado que estas alteraciones impactan en funciones clave como la regulación emocional, la memoria y la concentración, factores para la precipitación o exacerbación de la enfermedad de Alzheimer.
Comprender esta relación abre la puerta a reflexionar sobre cómo los mismos procesos que dañan al organismo pueden afectar, a largo plazo, el cerebro y ser un factor de riesgo para enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.