La práctica regular de actividad física es un factor clave para prevenir enfermedades crónicas, mejorar la salud mental y fortalecer el tejido social. Sin embargo, en los barrios marginados urbanos de México, la falta de espacios seguros, recursos económicos y acceso a programas deportivos ha limitado durante décadas estas oportunidades. Ante ello, los programas comunitarios de actividad física han surgido como una alternativa efectiva para transformar la salud y el bienestar de las comunidades más vulnerables.
Los programas de actividad física se suelen desarrollar en plazas públicas
Estos programas suelen desarrollarse en plazas públicas, canchas comunitarias o incluso en calles adaptadas temporalmente, con actividades que van desde clases de zumba y baile hasta torneos de fútbol, caminatas grupales y rutinas de ejercicio guiado por promotores de salud. Lo más importante es que son gratuitos o de muy bajo costo, lo que elimina una de las principales barreras de acceso para las familias de bajos ingresos.
El impacto de estas iniciativas es tangible. Diversos estudios y experiencias locales muestran que los participantes no solo mejoran su condición física, reduciendo riesgos de obesidad, hipertensión o diabetes, sino que también experimentan beneficios emocionales, como disminución del estrés y la ansiedad. Además, al ser actividades colectivas, fomentan la convivencia social, fortalecen la confianza entre vecinos y generan un sentido de pertenencia que contribuye a disminuir la violencia y el aislamiento.
Hoy en día existen algunos retos
Un ejemplo destacado es la colaboración entre gobiernos locales y organizaciones civiles que implementan programas de “activación física comunitaria”, donde instructores capacitados llevan rutinas a colonias marginadas. En algunos casos, se han sumado universidades y centros de salud, que aportan seguimiento nutricional y talleres educativos para complementar el impacto.
No obstante, los retos persisten. La falta de financiamiento estable, la carencia de infraestructura adecuada y la inseguridad en ciertos barrios dificultan la continuidad de los programas. Aun así, cuando existe compromiso comunitario, los vecinos mismos se convierten en promotores del ejercicio, garantizando la sostenibilidad de las actividades.
Los programas comunitarios de actividad física en barrios marginados de México han demostrado un impacto real, tanto en la salud individual como en la cohesión social. Más allá del movimiento, representan un acto de equidad y justicia social: ofrecer a todas las personas, sin importar su condición económica, la oportunidad de vivir una vida más activa, saludable y digna.