He hablado con cientos de clínicas y hospitales de varias partes del mundo y existe en la mayoría de ellas un común denominador: todas las personas que ahí trabajan están conscientes del rápido avance de la tecnología.
La tecnología acelera y convierte en cruel, es un hecho; no espera a que las empresas o las personas terminen de comprenderla –apenas terminamos de comprender una nueva tecnología cuando ya existe una nueva en el mercado–. Este rebase a máxima velocidad es lo que llamaremos: deuda tecnológica.
Todas las empresas presentan hoy una deuda tecnológica (incluso las mismas que lideran su desarrollo) como resultado, posiblemente, de la Ley de Moore, –algo así como la “mano invisible” de la tecnología, de la que nadie tiene un control real, pero de la que todos somos víctmas o victimarios–; aunque también puede ser posible que la deuda tecnológica se dé por el comportamiento humano natural de evitar lo desconocido.
Todo lo tecnológicamente nuevo es deconocido y eso genera miedo, el miedo paraliza y las empresas terminan por “aceptar” su deuda tecnológica y aprender a vivir con ella.
Entonces surgen varias preguntas:
¿Cómo acortar esa deuda tecnológica?
¿Cómo una organización acelera su paso tecnológico?
¿Cómo saber qué tan atrasado estoy?
¿Cómo saber qué tecnología es mejor?
¿Cómo hacer que mi equipo de trabajo comprenda que nos ha rebasado la tecnología?
Debo decir que es la industria del software la que representa la velocidad. En muchas industrias ha sido justamente el software el verdugo o el catalizador. Las empresas más exitosas del mundo son o usan software moderno. En esta industria la diferencia radica en que, es ahí donde se encuentra la mayor parte de la deuda tecnológica.
En mi experiencia en retail farmacéutico y en el sector de atención a la salud, la situación no es distinta, pues existe un retraso generalizado y jugadores en el sector que siguen comprendiendo el software como era hace 10 años ó hace apenas 2 años.
Las tecnologías hoy se integran unas con otras, atrás han quedado aquellas tecnologías celosas de sí mismas. Es decir, el correo electrónico de Google (Gmail) está disponible para que cualquier software se integre y comparta funcionalidades. Por ejemplo, un hospital o médico al utilizar un software integrado con Gmail puede comunicarse con el paciente o sus familiares para recordatorios de tomas o estatus de cirugías.
Por cierto, el ejemplo de anterior es posible hace años. Ahí comienza la deuda tecnológica.
José Miguel Sainz se desempeña como director de mercadotecnia en Ecaresoft y es miembro del equipo fundador de Nimbo X.