En muchas regiones de México, especialmente en áreas áridas o con olas de calor intensas, la hidratación infantil se convierte en un desafío diario. Para niñas y niños, el agua no solo es esencial para la vida, sino también para mantener un desarrollo cognitivo y físico adecuado. La deshidratación puede afectar seriamente su capacidad para aprender, jugar y participar activamente en su entorno.
La falta de hidratación en niños puede afectar a su rendimiento escolar
Los niños son particularmente vulnerables al calor por varias razones. Tienen una mayor proporción de superficie corporal en relación con su peso, lo que hace que pierdan agua más rápidamente que los adultos. Además, su regulación térmica —el proceso mediante el cual el cuerpo mantiene una temperatura estable— aún no está completamente desarrollada. Esto significa que, en zonas de calor extremo, pueden deshidratarse con más rapidez, incluso durante actividades que para un adulto serían moderadas.
La deshidratación no solo provoca sed; también afecta la atención, la memoria y el rendimiento escolar. Estudios han demostrado que incluso una leve pérdida de agua en el cuerpo puede disminuir la concentración y la capacidad de resolver problemas. En el contexto escolar, esto se traduce en dificultades para seguir instrucciones, menor participación en tareas cognitivas y un rendimiento global más bajo. Para los más pequeños, que están en procesos activos de aprendizaje, estos efectos pueden tener un impacto acumulativo en su desarrollo académico.
El juego, una actividad fundamental para el crecimiento físico y social, también se ve afectado. Cuando los niños están deshidratados, se cansan más rápido, pueden experimentar calambres musculares y desarrollar irritabilidad. Estos síntomas limitan la duración y la calidad del juego, que es clave para la coordinación motora, la creatividad y el bienestar emocional.
Se deben adaptar el entorno escolar y los tiempos de recreo
Los cuidadores y educadores juegan un papel crucial en la promoción de hábitos de hidratación saludables. Es importante ofrecer agua regularmente, incluso cuando los niños no expresen sed, y optar por bebidas sin azúcar que no contribuyan a la deshidratación. Llevar botellas de agua a la escuela y establecer recordatorios para beber cada cierto tiempo son estrategias simples pero efectivas.
Además, adaptar el entorno escolar y los tiempos de recreo puede marcar una gran diferencia. Programar actividades físicas en horarios más frescos, habilitar zonas de sombra y permitir pausas de hidratación durante las clases ayudan a mantener el equilibrio de líquidos en el cuerpo.
La hidratación en zonas de calor extremo no es solo una cuestión física, sino también educativa y social. Al garantizar que los niños estén bien hidratados, se favorece no solo su salud, sino también su capacidad de aprender y disfrutar plenamente de su infancia.
