Una de las estructuras más antiguas del organismo humano es el sistema inmune. Se puede rastrear este elemento tan atrás como la época de los neandertales. En todos estos años de evolución, se ha vuelto una potente máquina para defender al cuerpo de invasores externos. Pero también sería crucial en el mantenimiento interno de los órganos, específicamente el corazón.
Así lo afirma una investigación publicada en la revista Developmental Cell. El estudio afirma que los macrófagos, parte del sistema inmune, consumen el tejido excedente en el corazón. Así, no solo evitarían múltiples condiciones y enfermedades cardíacas. Además, esto los convierte en un factor crucial en la formación de las válvulas del órgano. Los hallazgos pueden cambiar el panorama en el tratamiento de las enfermedades propias de esta región del cuerpo.
Sistema inmune, el arquitecto del corazón
El estudio fue liderado por Atsushi Nakano. Previo al estudio, el especialista y su equipo habían publicado otra investigación sobre el ecosistema cardíaco. En el documento, probaron que el tubo embriónico del corazón producía células sanguíneas progenitoras. Éstas, a su vez, son una fuente consistente de macrófagos. Estos microorganismos del sistema inmune mantienen las válvulas libres de obstrucciones. Sin este mantenimiento, se pueden sufrir derrames o infartos al miocardio.
Nakano señala que, cuando se tiene un problema con las válvulas del corazón, se requiere de un trasplante. Estos procedimientos, sin importar si se usa un órgano natural o artificial, no son ideales. Las alternativas mecánicas implican un consumo constante de adelgazadores de sangre. Las biológicas deben sustituirse cada 10 o 15 años. Por ello, el sistema inmune podría ser la solución.
Los expertos observaron el desarrollo del tubo del corazón en un entorno de laboratorio. Con un modelo animal, extrajeron el órgano y lo observaron lejos de otros organismos en desarrollo. Fue ahí donde confirmaron que las células del sistema inmune originadas en la zona eran macrófagos. Además, se observó que éstos eran particularmente hábiles para consumir tejido cardíaco.
Gracias a los macrófagos, las paredes de las válvulas pueden permanecer delgadas y eficientes. El proceso no es exclusivo del desarrollo embrionario. Las células del sistema inmune permanecen después del nacimiento y por toda la vida adulta. Los hallazgos podrían significar el diseño de nuevos tratamientos cardíacos. En especial, terapias que potencien la labor de estos macrófagos.