Desde la pandemia, el home office se consolidó como una modalidad laboral común en México. Lo que comenzó como una medida de emergencia se convirtió en una nueva forma de trabajo que millones de personas adoptaron por comodidad, flexibilidad y ahorro de tiempo. Sin embargo, esta transformación también ha tenido un impacto profundo en la salud física y mental de los trabajadores.
De acuerdo con encuestas del INEGI y la Secretaría del Trabajo, cerca del 25% de los empleados mexicanos realiza al menos una parte de su jornada desde casa. Aunque muchos destacan beneficios como la conciliación familiar y la reducción del estrés por transporte, también se han identificado problemas de salud derivados del sedentarismo y el aislamiento social.
Efectos físicos y mentales del home office
Trabajar largas horas frente a una computadora, sin pausas ni condiciones ergonómicas adecuadas, ha incrementado los casos de dolor de espalda, fatiga visual, tensión muscular y sobrepeso. La falta de actividad física y los hábitos alimenticios irregulares son consecuencias comunes del entorno laboral en casa.
En el plano emocional, el estrés, la ansiedad y el agotamiento mental se han vuelto frecuentes. Muchos trabajadores reportan dificultades para desconectarse del trabajo, sensación de aislamiento y falta de límites entre la vida personal y profesional. Este fenómeno, conocido como “tecnoestrés”, afecta la productividad y el bienestar general.
Cómo proteger la salud en el trabajo remoto
La clave está en adoptar hábitos saludables y límites claros. Los especialistas recomiendan establecer horarios fijos, realizar pausas activas, cuidar la postura y contar con un espacio de trabajo ventilado e iluminado. Incorporar rutinas de ejercicio, mantener la interacción social y priorizar el descanso también son esenciales para preservar la salud mental.
Hacia un modelo laboral más saludable teniendo en cuenta el home office
El trabajo remoto en México llegó para quedarse, pero requiere un enfoque que ponga al bienestar en el centro. Empresas, instituciones y trabajadores deben colaborar para crear políticas que promuevan el equilibrio entre productividad y salud, garantizando que el home office no se convierta en una fuente de desgaste, sino en una oportunidad para mejorar la calidad de vida laboral.
