Cuando se habla de desnutrición, muchas veces se piensa en contextos rurales o de extrema pobreza, lejos de las grandes ciudades. Sin embargo, la desnutrición urbana es una realidad poco visible pero muy presente en la Ciudad de México, especialmente en zonas marginadas donde la desigualdad social, el desempleo y la falta de acceso a servicios básicos impactan directamente en la salud alimentaria de miles de personas.
En las colonias periféricas es donde más se siente la desnutrición
En colonias periféricas y asentamientos irregulares, es común encontrar familias que no tienen garantizada una alimentación suficiente, variada o nutritiva. El alto costo de los alimentos saludables frente a la disponibilidad de productos ultraprocesados y baratos genera un patrón alimentario desequilibrado, con carencias de micronutrientes esenciales como hierro, calcio o vitaminas A y D.
Esta forma de desnutrición no siempre se presenta con delgadez extrema. De hecho, puede manifestarse como “malnutrición oculta”: personas con sobrepeso u obesidad que, sin embargo, padecen deficiencias nutricionales severas. Niños con bajo rendimiento escolar, mujeres con embarazos de alto riesgo o adultos mayores frágiles son algunas de las consecuencias más visibles de esta problemática.
Además, la inseguridad alimentaria en estas zonas se agrava por la falta de acceso a agua potable, refrigeración adecuada o educación nutricional. Muchas familias dependen de comedores comunitarios, apoyos gubernamentales intermitentes o donaciones privadas para garantizar una comida al día.
Sigue siendo un reto silencioso y complejo
A pesar de los esfuerzos institucionales, la desnutrición urbana sigue siendo un reto silencioso y complejo. Se necesitan políticas públicas más integrales, que no solo repartan alimentos, sino que fomenten entornos saludables: mercados accesibles, espacios para huertos urbanos, programas de orientación alimentaria y acceso digno a servicios de salud.
También es fundamental visibilizar esta realidad. Hablar de desnutrición en la ciudad es romper el mito de que la cercanía a los recursos garantiza su acceso. La Ciudad de México convive con contrastes profundos, y reconocer que hay hambre en lo urbano es el primer paso para combatirla.
La nutrición no debería ser un privilegio, sino un derecho. Asegurar que todas las personas, sin importar dónde vivan, puedan alimentarse adecuadamente es un compromiso urgente para construir una ciudad más justa y saludable.