En México, cada vez más familias y profesionales de la salud reconocen la importancia de adaptar la alimentación inclusiva a las necesidades específicas de los niños con neurodivergencias, como el Trastorno del Espectro Autista (TEA), el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) o trastornos sensoriales. Estos niños pueden presentar selectividad alimentaria, hipersensibilidad a texturas, colores u olores, o dificultades motoras que afectan su relación con la comida.
La alimentación inclusiva utiliza estrategias personalizadas
Una alimentación inclusiva implica diseñar entornos y opciones que respeten estas particularidades sin comprometer el aporte nutricional. Esto requiere un enfoque multidisciplinario en el que participen pediatras, nutriólogos, terapeutas ocupacionales y familias, con estrategias personalizadas que promuevan una relación positiva con los alimentos.
Uno de los retos principales es la selectividad alimentaria sensorial. Algunos niños rechazan alimentos por su textura (como frutas blandas o verduras fibrosas), temperatura o color. En estos casos, se recomienda introducir los alimentos de forma gradual, comenzando por presentaciones más aceptadas, como purés suaves o versiones horneadas, y luego avanzar hacia texturas más variadas. También es útil involucrar a los niños en la preparación de los alimentos, para que se familiaricen con ellos en un contexto no amenazante.
El entorno escolar juega un papel fundamental. En muchos casos, las escuelas mexicanas no cuentan con protocolos para apoyar a niños con necesidades sensoriales relacionadas con la alimentación. Esto puede llevar a que los menores eviten comer durante el horario escolar o dependan de alimentos ultraprocesados que aceptan fácilmente, pero que carecen de valor nutricional. Capacitar al personal escolar y permitir ajustes razonables —como tiempos de comida más flexibles o utensilios adaptados— puede marcar una gran diferencia.
Se debe fomentar una experiencia alimentaria positiva
A nivel familiar, es importante fomentar la flexibilidad y la exposición progresiva. Forzar la ingesta suele aumentar la resistencia, mientras que ofrecer pequeñas cantidades en un ambiente relajado favorece la aceptación. Además, algunos niños con neurodivergencias pueden beneficiarse de dietas específicas bajo supervisión médica, como aquellas bajas en ciertos aditivos o con ajustes para intolerancias alimentarias.
Promover una alimentación inclusiva y sensorial no significa solo asegurar que los niños coman lo suficiente, sino que tengan una experiencia alimentaria positiva, libre de estrés y adaptada a sus necesidades. Esto contribuye no solo a su salud física, sino también a su bienestar emocional y social.
En México, avanzar hacia entornos alimentarios verdaderamente inclusivos para la neurodiversidad requiere concientización, capacitación y políticas que integren la perspectiva sensorial y nutricional desde la infancia.