En las últimas décadas, el consumo de suplementos nutricionales se ha convertido en una práctica habitual en gran parte de la población. Vitaminas, minerales, proteínas en polvo y extractos de origen vegetal ocupan un lugar destacado en farmacias, supermercados y tiendas en línea. Su promesa es clara: mejorar la salud, aumentar la energía y prevenir enfermedades. Pero, ¿qué tan eficaces son realmente estos productos cuando se consumen en personas que no presentan deficiencias nutricionales?
Algunos estudios no avalan la eficacia de los suplementos nutricionales
La evidencia científica disponible señala que, en individuos sanos y con una dieta equilibrada, el beneficio de los suplementos es limitado. Numerosos estudios han demostrado que la suplementación con vitaminas y minerales no reduce significativamente la incidencia de enfermedades crónicas como el cáncer o las enfermedades cardiovasculares en personas sin carencias. En algunos casos, incluso se ha observado un efecto adverso: dosis elevadas de ciertos compuestos, como la vitamina E o el betacaroteno, pueden aumentar el riesgo de desarrollar problemas de salud.
Uno de los argumentos más sólidos a favor de una dieta balanceada es que los alimentos no solo aportan nutrientes aislados, sino también fibra, antioxidantes y compuestos bioactivos que actúan en sinergia. Esta complejidad es difícil de replicar en cápsulas o polvos. Por ello, organismos como la Organización Mundial de la Salud y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria coinciden en que los suplementos no deben sustituir una alimentación variada.
Hay situaciones en las que está justificada la suplementación
Existen, sin embargo, situaciones específicas en las que la suplementación está justificada incluso en ausencia de síntomas evidentes de deficiencia. El ácido fólico en mujeres embarazadas, la vitamina D en personas con baja exposición solar o la vitamina B12 en quienes siguen dietas veganas estrictas son ejemplos claros. En estos contextos, la evidencia respalda un beneficio preventivo.
Para la mayoría de personas sin deficiencias diagnosticadas, los suplementos nutricionales no aportan ventajas sustanciales frente a una dieta saludable y pueden, en algunos casos, conllevar riesgos si se usan sin control. Antes de recurrir a ellos, es recomendable priorizar una alimentación variada, practicar actividad física regular y consultar a un profesional de la salud en caso de dudas. Los suplementos deben verse como una herramienta puntual y no como sustitutos de los pilares básicos de un estilo de vida saludable.