La esperanza de vida ha aumentado de forma notable en las últimas décadas. Hoy contamos con una población más longeva, activa y con expectativas de vida mucho más amplias que generaciones anteriores. Este cambio demográfico plantea un reto fundamental: adaptar el sistema de salud para responder de manera eficaz a las nuevas necesidades de las personas mayores. Aquí es donde entra en juego la geriatría proactiva, un enfoque que no solo trata enfermedades, sino que anticipa problemas, promueve la autonomía y apuesta por un envejecimiento saludable.
La geriatría proactiva actúa antes de que existan complicaciones
La geriatría proactiva se centra en actuar antes de que aparezcan las complicaciones. En lugar de esperar a que los adultos mayores desarrollen enfermedades crónicas o pierdan funcionalidad, este enfoque trabaja en la identificación temprana de riesgos, la prevención y el acompañamiento continuo. El objetivo es claro: mantener la calidad de vida durante más tiempo y reducir las intervenciones de emergencia, que suelen ser más costosas y menos efectivas.
Una de las claves de este modelo es la atención integral, que no se limita al nivel físico, sino que abarca también lo emocional, lo cognitivo y lo social. Para ello, se requieren equipos multidisciplinares donde geriatras, enfermeros, fisioterapeutas, psicólogos y trabajadores sociales trabajen de manera coordinada. Este trabajo conjunto permite detectar de forma temprana signos de fragilidad, depresión, deterioro cognitivo o problemas de movilidad antes de que se conviertan en barreras para la autonomía.
Se debe transformar el sistema de salud para que funcione
Asimismo, la geriatría proactiva promueve la prevención personalizada. Esto implica planes de ejercicio adaptados, recomendaciones nutricionales específicas, seguimiento de medicación, revisiones periódicas y estrategias para evitar caídas o lesiones. El uso de tecnologías como pulseras inteligentes, herramientas de telemedicina o recordatorios digitales también juega un papel creciente para hacer el cuidado más accesible y continuo.
Pero para que este enfoque funcione, el sistema de salud debe transformarse. Es necesario fortalecer la formación en geriatría, mejorar la coordinación entre atención primaria y especializada, y fomentar políticas públicas que promuevan el envejecimiento activo. Esto incluye ciudades más accesibles, actividades comunitarias para combatir la soledad y programas que incentiven la participación social.
La geriatría proactiva no solo mejora la vida de las personas mayores, sino que también reduce la carga sobre el sistema sanitario. Actuar antes de que surjan las complicaciones significa menos ingresos hospitalarios, menos dependencia y una sociedad más saludable.
En definitiva, preparar al sistema de salud para una población longeva no es un desafío del futuro: es una necesidad del presente. Adoptar un enfoque proactivo y centrado en la persona es la clave para que la longevidad sea sinónimo de bienestar y no solo de años vividos.
