La presencia de microplásticos en el agua es un problema ambiental y sanitario cada vez más reconocido en México. Estos fragmentos, de menos de 5 milímetros, provienen de la degradación de plásticos más grandes, fibras sintéticas, envases, productos cosméticos y residuos industriales. En los últimos años, investigaciones han detectado microplásticos en ríos, lagos y costas mexicanas, lo que plantea preocupaciones sobre su impacto en la salud, especialmente en niños.
Los microplásticos pueden llegar al organismo mediante el consumo de agua potable
El riesgo principal radica en que el agua es una vía directa de exposición. Los microplásticos pueden llegar al organismo humano a través del consumo de agua potable, alimentos marinos contaminados o incluso mediante el aire en espacios cercanos a fuentes acuáticas. En el caso de los niños, su metabolismo y órganos en desarrollo los hacen particularmente vulnerables a posibles efectos tóxicos.
Aunque los estudios sobre salud infantil y microplásticos aún son limitados, la evidencia emergente señala varios mecanismos de riesgo. Las partículas pueden acumularse en el tracto digestivo, generar inflamación, liberar aditivos químicos como ftalatos o bisfenol A, y actuar como transportadores de bacterias y contaminantes persistentes. A largo plazo, esto podría contribuir a alteraciones hormonales, problemas inmunológicos y efectos sobre el desarrollo neurológico.
Algunas acciones a tener en cuenta
En México, la situación se agrava por la limitada regulación específica sobre microplásticos. Si bien existen normas para la calidad del agua potable, no hay estándares oficiales que establezcan límites de estas partículas. Esto deja un vacío en la protección de la población más joven, especialmente en comunidades con sistemas de tratamiento de agua insuficientes.
Frente a este escenario, se requieren acciones en tres frentes:
- Investigación científica que cuantifique la presencia de microplásticos en fuentes de agua y evalúe su toxicidad en contextos locales.
- Políticas públicas y regulación, que incluyan límites máximos permitidos y fomenten la reducción del uso de plásticos de un solo uso.
- Educación y prevención familiar, incentivando el consumo de agua filtrada, evitando calentar plásticos en contacto con alimentos y reduciendo el uso doméstico de productos que desprenden microfibras.
Proteger la salud infantil frente a la contaminación por microplásticos implica actuar antes de que los efectos sean irreversibles. Invertir en investigación, regulación y educación no solo mitigará los riesgos, sino que también contribuirá a un medio ambiente más limpio y seguro para las futuras generaciones de México.