Todos los virus, mutan de forma natural, ya que es su manera de adaptarse y sobrevivir a las agresiones. Y el SARS-CoV-2, no es la excepción. Hasta los momentos, la comunidad científica ha logrado identificar más de 200 mutaciones del virus, que ha tenido en jaque a la humanidad por casi un año.
En base a estas variaciones genéticas, se habían logrado establecer 6 cepas principales del virus. La original, la cepa L, es la que se identificó en Wuham en diciembre del 2019. Posteriormente, aparecieron las cepas S, V y G; siendo esta última la más extendida a nivel mundial y la cual presentó sus propias variaciones, las cepas GR y GH.
Recientemente, en Reino Unido, una nueva variante del SARS-CoV-2 ha disparado las alarmas sanitarias y ha obligado al gobierno británico a extremar las medidas de aislamiento. Se trata de una cepa con 22 mutaciones específicas que aumenta su afinidad de la proteína S por el receptor, por lo que es mucho más virulenta que las otras.
Por lo general, las variaciones de una cepa a otra no excedían las 3 mutaciones; por lo que esta cepa con 22 mutaciones simultáneas supone un gran salto en la capacidad de adaptación del virus. Aunque, por suerte, de momento se cree que si bien se ha vuelto más virulento, la letalidad del virus no ha aumentado.
Por su parte, el doctor Tulio Oliviera, director del laboratorio Krisp en la ciudad sudafricana de Durbán, también ha logrado identificar otra variante, distinta a la de Reino Unido; aunque con un nivel de virulencia similar. La cepa descubierta por el equipo de Oliviera, es la responsable de la segunda ola de la pandemia del país africano. De hecho, se convirtió en la cepa dominante en la mayor parte del territorio y generó el colapso del sistema de salud nuevamente.
Ambas formas del virus, tienen una mutación específica llamada N501Y, la cual aumenta significativamente su adherencia y, por lo tanto, su propagación. Por lo que, no es descabellado pensar que en otras zonas se desarrollen espontáneamente variaciones similares durante los próximos meses.
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¿Cómo afectan estas cepas a las vacunas?
De momento, se espera que las vacunas no pierdan efectividad ante el virus, aunque las compañías farmacéuticas responsables han anunciado, que están haciendo los ajustes pertinentes para reformular las vacunas. No es un caso atípico, pues sucede con la vacuna para la influenza todos los años.
Sin embargo, no existen evidencias de que el virus presente variaciones tan significativas para dejar sin efecto las vacunas existentes, según las autoridades sanitarias. Principalmente, porque a pesar de que las vacunas utilizan el antígeno S para desencadenar la respuesta inmune, los anticuerpos reconocen varias partes de la proteína, no sólo la mutación.
Ahora bien, es necesario ampliar el arsenal de vacunas disponibles para protegernos de las futuras formas del virus y desarrollar vacunas que utilicen otros antígenos diferentes a la proteína S, para poder desarrollar el nivel de inmunidad necesaria y el mundo pueda retomar la normalidad.
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