La obesidad infantil se ha convertido en uno de los mayores desafíos de salud pública en México. Según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), más del 35% de los niños y adolescentes mexicanos presentan sobrepeso u obesidad, una cifra que mantiene al país entre los primeros lugares a nivel mundial. Este problema no solo afecta la salud física de los menores, sino que también tiene profundas repercusiones en su bienestar emocional y en el futuro del sistema de salud nacional.
Los cambios en la alimentación son el principal motivo de aumento de la obesidad infantil en el país
Entre las principales causas de este aumento se encuentra el cambio en los hábitos alimenticios. La dieta tradicional mexicana, rica en frutas, verduras, legumbres y granos, ha sido desplazada por el consumo excesivo de alimentos ultraprocesados, bebidas azucaradas y comida rápida. A esto se suma un estilo de vida cada vez más sedentario, impulsado por el uso prolongado de pantallas, la inseguridad en espacios públicos y la falta de tiempo para la actividad física.
Factores socioeconómicos y culturales también juegan un papel importante. En muchas familias, los alimentos ricos en calorías son más accesibles y económicos que las opciones saludables, y persisten creencias erróneas como asociar la gordura infantil con buena salud. Además, la publicidad dirigida a menores y la escasa educación nutricional agravan la situación.
La prevención es clave
Frente a este panorama, la prevención es clave. En los últimos años, México ha implementado políticas públicas como el etiquetado frontal de advertencia en alimentos y bebidas, la regulación de la venta de comida chatarra en escuelas y campañas de promoción de hábitos saludables. Sin embargo, los expertos coinciden en que se requiere un esfuerzo conjunto que involucre a familias, escuelas, profesionales de la salud y comunidades enteras.
Fomentar la actividad física diaria, garantizar una alimentación equilibrada y promover entornos escolares saludables son estrategias esenciales. Asimismo, la educación nutricional desde edades tempranas ayuda a formar hábitos duraderos y conscientes.
La obesidad infantil no se resolverá con medidas aisladas, sino con un compromiso sostenido que combine políticas públicas efectivas, educación y apoyo familiar. Solo así será posible revertir una tendencia que amenaza la salud de millones de niños mexicanos y asegurarles un futuro más sano y pleno.