Las enfermedades zoonóticas, aquellas que se transmiten de los animales al ser humano, representan uno de los mayores desafíos para la salud pública del siglo XXI. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 60 % de las enfermedades infecciosas emergentes tienen origen zoonótico. Pandemias recientes como la COVID-19, el ébola, la gripe aviar o el virus del Nilo Occidental han demostrado la capacidad de estos patógenos para cruzar barreras de especie y propagarse a escala global en cuestión de semanas.
Las enfermedades zoonóticas se deben a una estrecha relación entre humanos, animales y medio ambiente
La expansión de las zoonosis no es un fenómeno fortuito, sino el resultado de una interacción cada vez más estrecha entre humanos, animales y medio ambiente. La deforestación, el comercio ilegal de fauna silvestre, la urbanización descontrolada y la ganadería intensiva crean condiciones ideales para que los virus y bacterias circulen entre especies. Además, el cambio climático modifica los ecosistemas y amplía las áreas de distribución de vectores como mosquitos o garrapatas, facilitando la aparición de nuevas enfermedades.
Frente a este panorama, la comunidad científica insiste en adoptar un enfoque “Una Sola Salud” (One Health), que reconozca la interdependencia entre la salud humana, animal y ambiental. Este enfoque promueve la colaboración entre veterinarios, médicos, epidemiólogos, ecólogos y responsables políticos para prevenir, detectar y responder de manera coordinada a las amenazas zoonóticas.
La educación pública juega un papel clave
La vigilancia epidemiológica temprana y la investigación interdisciplinaria son pilares fundamentales para anticipar brotes. Invertir en sistemas de monitoreo que detecten patógenos emergentes en animales antes de que lleguen a los humanos podría evitar crisis sanitarias de gran escala. Asimismo, fortalecer los servicios veterinarios y las políticas de bioseguridad en la producción animal es esencial para reducir el riesgo de transmisión.
Sin embargo, la prevención no depende solo de los gobiernos. La educación pública también juega un papel clave: comprender la relación entre nuestras acciones —como el consumo de productos animales o la degradación ambiental— y la aparición de nuevas enfermedades es vital para fomentar comportamientos responsables.
En un mundo globalizado y ecológicamente frágil, las zoonosis nos recuerdan que la salud es un bien colectivo y planetario. Prepararnos ante la próxima gran amenaza implica mirar más allá del ser humano y proteger el delicado equilibrio que compartimos con los animales y el entorno que habitamos.