La Ciudad de México es una de las metrópolis más pobladas y dinámicas del mundo, pero también una de las más afectadas por la contaminación atmosférica. A pesar de los avances en políticas ambientales durante las últimas décadas, los niveles de ozono, partículas suspendidas (PM10 y PM2.5) y dióxido de nitrógeno siguen representando un riesgo considerable para la salud de millones de habitantes. Entre los efectos más preocupantes se encuentra el impacto directo sobre las enfermedades respiratorias crónicas.
El ozon troposférico es un contaminante recurrente en Ciudad de México
Las partículas finas (PM2.5), generadas principalmente por el tránsito vehicular y la quema de combustibles, son capaces de penetrar profundamente en los pulmones y llegar al torrente sanguíneo. Su exposición continua está asociada con la exacerbación del asma, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y con una mayor vulnerabilidad a infecciones respiratorias. En pacientes que ya viven con estas condiciones, los episodios de alta contaminación pueden desencadenar crisis que requieren atención hospitalaria inmediata.
El ozono troposférico, otro contaminante recurrente en la capital, se forma por la reacción de los gases emitidos por vehículos e industrias con la radiación solar. Este gas irrita las vías respiratorias, reduce la función pulmonar y agrava síntomas como tos, dificultad para respirar y dolor en el pecho. Los niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas son los más afectados, lo que amplía la carga sobre el sistema de salud.
También impacta en la calidad de vida
Más allá de los efectos clínicos, la contaminación también impacta la calidad de vida. Quienes padecen enfermedades respiratorias crónicas deben limitar actividades al aire libre durante las contingencias ambientales, lo que reduce su movilidad y bienestar. Asimismo, los costos económicos derivados de hospitalizaciones, medicamentos y pérdida de productividad laboral refuerzan el círculo negativo de esta problemática.
Las soluciones requieren un enfoque integral. Fortalecer el transporte público limpio, promover la movilidad activa, reducir el uso de combustibles fósiles y expandir las áreas verdes urbanas son medidas indispensables. En paralelo, es vital impulsar campañas de educación y prevención para que los pacientes con enfermedades respiratorias crónicas sepan cómo protegerse en días de mala calidad del aire.
La contaminación de la Ciudad de México no solo es un desafío ambiental, sino también un problema de salud pública que afecta de manera directa a quienes padecen enfermedades respiratorias crónicas. Reducir sus niveles es una inversión en bienestar, equidad y calidad de vida para toda la población.
