El turismo es una de las principales fuentes de ingresos para muchos países, incluyendo México. Sin embargo, más allá de los beneficios económicos y culturales, también conlleva ciertos riesgos para la salud pública, especialmente en destinos que reciben un alto volumen de visitantes. La llegada constante de personas de distintas regiones y países puede facilitar la propagación de enfermedades infecciosas, reactivar brotes locales y poner a prueba los sistemas sanitarios.
En destinos turísticos populares —como playas, zonas arqueológicas o grandes ciudades— se ha observado un aumento en enfermedades como gastroenteritis, infecciones respiratorias, dengue, hepatitis A e incluso casos de COVID-19 durante la pandemia. Estos brotes pueden deberse tanto al ingreso de nuevos patógenos como al colapso temporal de servicios como agua potable, manejo de residuos o atención médica por la alta demanda.
En poblaciones pequeñas, el turismo puede alterar el equilibrio epidemiológico
Además, en comunidades pequeñas o con recursos limitados, el turismo puede alterar el equilibrio epidemiológico. Poblaciones que no habían estado expuestas a ciertos virus o bacterias pueden enfrentarse a infecciones para las que no tienen inmunidad o infraestructura sanitaria adecuada. En esos contextos, incluso un brote menor puede tener un impacto significativo.
Frente a este panorama, las medidas preventivas son fundamentales. Las autoridades de salud deben trabajar de la mano con el sector turístico para garantizar condiciones higiénicas en hoteles, restaurantes, mercados y sitios públicos. Es importante vigilar la calidad del agua, asegurar el correcto manejo de alimentos y promover prácticas de higiene personal entre trabajadores y turistas.
Los turistas tienen su responsabilidad
Por su parte, los viajeros también tienen una responsabilidad. Vacunarse según el destino, seguir recomendaciones sanitarias locales, evitar el consumo de alimentos o bebidas de dudosa procedencia y respetar las normas de salud pública son acciones clave para reducir los riesgos.
Asimismo, la educación comunitaria juega un papel esencial. Las comunidades receptoras de turismo deben estar informadas sobre posibles riesgos y cómo actuar ante síntomas sospechosos, así como contar con acceso rápido a atención médica.
En resumen, el turismo y la salud local están estrechamente vinculados. Promover un turismo responsable, con medidas de prevención y vigilancia epidemiológica adecuadas, es indispensable para proteger tanto a quienes viajan como a quienes reciben. La salud colectiva no debe verse comprometida por el flujo turístico, sino resguardada mediante cooperación, conciencia y preparación.