La obesidad infantil en México se ha convertido en una de las problemáticas de salud pública más graves de las últimas décadas. Actualmente, el país se ubica entre los primeros lugares a nivel mundial en prevalencia de sobrepeso y obesidad en niñas, niños y adolescentes. Aunque se trata de un fenómeno complejo, su origen está estrechamente ligado a una combinación de factores socioeconómicos, culturales y de comportamiento que interactúan entre sí.
Factores socioeconómicos y culturales que influyen en la obesidad infantil
En primer lugar, los factores socioeconómicos juegan un papel determinante. En comunidades de bajos ingresos, las opciones saludables suelen ser menos accesibles tanto por costo como por disponibilidad. Los alimentos ultraprocesados—ricos en azúcares, grasas y sodio—son más económicos y están ampliamente difundidos, lo que los convierte en una opción frecuente dentro de los hogares. Además, la falta de infraestructura adecuada, como parques, canchas deportivas o espacios públicos seguros, limita la actividad física en la niñez. Sumado a esto, muchas familias enfrentan jornadas laborales extensas, lo que reduce el tiempo para preparar comidas balanceadas o supervisar hábitos saludables.
A estos elementos se añaden factores culturales profundamente arraigados. En muchas comunidades mexicanas, un niño “gordito” todavía se asocia con buena salud, bienestar y prosperidad. Esta percepción puede llevar a normalizar el exceso de peso y a subestimar los riesgos asociados. Al mismo tiempo, la tradición culinaria mexicana, aunque rica y diversa, incluye platillos con alto contenido calórico que, combinados con un estilo de vida cada vez más sedentario, contribuyen al problema. Asimismo, las celebraciones familiares o escolares suelen girar en torno a alimentos y bebidas poco saludables, reforzando patrones alimenticios desfavorables desde una edad temprana.
También influye el comportamiento
Por último, los factores de comportamiento también alimentan la prevalencia de obesidad infantil. El aumento del tiempo frente a pantallas —televisión, videojuegos, dispositivos móviles— ha desplazado actividades físicas esenciales para el desarrollo saludable. La publicidad dirigida a menores, especialmente la relacionada con alimentos y bebidas azucaradas, influye directamente en sus decisiones y preferencias de consumo. Además, la falta de educación nutricional en casa y en la escuela dificulta que los niños aprendan a reconocer opciones alimentarias más saludables.
Combatir la obesidad infantil en México requiere, por tanto, un enfoque integral que tome en cuenta la complejidad de estos factores. Solo mediante políticas públicas efectivas, educación continua y la participación activa de familias, escuelas y comunidades será posible revertir esta tendencia y garantizar un futuro más sano para las nuevas generaciones.
