La pandemia por COVID-19 dejó huellas visibles e invisibles en todas las generaciones, pero los adolescentes se llevaron una parte especialmente delicada. En plena etapa de desarrollo emocional, social y personal, muchos se vieron aislados, expuestos a la incertidumbre, al miedo y a la pérdida de rutinas estructurantes. A día de hoy, en el contexto post-pandemia, la salud mental adolescente sigue siendo un tema urgente que requiere comprensión, apoyo y herramientas adecuadas.
Uno de los grandes desafíos en salud mental para adolescentes es el miedo al futuro
Durante los meses más duros del confinamiento, los adolescentes perdieron algo más que clases presenciales. Perdieron contacto social real, eventos significativos como graduaciones o viajes, espacios de ocio y, en muchos casos, la sensación de estabilidad. Esto derivó en un aumento preocupante de síntomas como ansiedad, depresión, apatía, irritabilidad o trastornos del sueño. Aunque han vuelto a la escuela y a sus actividades, la adaptación no ha sido inmediata ni fácil.
Uno de los grandes desafíos que enfrentan hoy es el miedo al futuro: incertidumbre laboral, crisis climática, tensiones globales, y, en algunos casos, dificultades económicas en sus familias. Todo esto influye en su percepción del mañana, generando inseguridad y, a veces, parálisis emocional. Es fundamental no minimizar estos temores ni restarles importancia por su edad.
Se debe normalizar acudir a terapia
Para acompañarlos, es necesario crear espacios de diálogo seguros, donde puedan expresarse sin juicios. Escuchar con atención, sin intentar resolver todo de inmediato, ya es un primer paso valioso. Además, enseñarles a identificar y gestionar sus emociones, fomentar hábitos saludables (como el deporte, el descanso o la alimentación equilibrada) y poner límites al uso excesivo de pantallas también forma parte del cuidado integral.
Otra herramienta clave es el acceso a la salud mental profesional. Normalizar acudir a terapia o recibir ayuda psicológica es un paso vital. Muchos adolescentes encuentran difícil pedir ayuda por miedo al estigma o por creer que “no es tan grave”. Por eso, es responsabilidad de padres, educadores y adultos de referencia eliminar esas barreras.
El acompañamiento emocional de los adolescentes en este tiempo post-pandemia requiere empatía, paciencia y una mirada realista. No se trata solo de “volver a la normalidad”, sino de reconstruir con ellos un equilibrio emocional nuevo, donde se sientan vistos, comprendidos y capaces de enfrentar lo que viene.