La pobreza menstrual es una realidad que afecta a miles de niñas, adolescentes y mujeres en México. Se refiere a la falta de acceso a productos de higiene menstrual, educación adecuada sobre el ciclo menstrual y condiciones dignas para manejarlo con seguridad y privacidad. Este problema, aunque históricamente invisibilizado, tiene un profundo impacto en la salud, la educación y la dignidad de quienes lo enfrentan.
Pobreza menstrual: un problema estructural
Muchas personas menstruantes en México, especialmente en comunidades marginadas, no pueden costear toallas sanitarias, tampones o copas menstruales. En su lugar, recurren a soluciones precarias como trapos, papel periódico o incluso tierra, lo que eleva el riesgo de infecciones y afecta su bienestar físico y emocional.
Además, la menstruación sigue siendo un tema rodeado de estigmas y tabúes, lo que genera desinformación, vergüenza y silencio. Esto se traduce en ausencias escolares, menor rendimiento académico y barreras para la participación plena en la vida social y laboral, sobre todo entre adolescentes.
Avances legislativos recientes
En los últimos años, el tema ha ganado visibilidad gracias al activismo feminista, organizaciones civiles y legisladoras comprometidas con la salud menstrual digna. Uno de los mayores logros fue la aprobación en 2021 de la eliminación del IVA a los productos de higiene menstrual, un paso importante hacia la equidad económica.
Además, algunos estados como Michoacán, Oaxaca y Ciudad de México han legislado para garantizar el acceso gratuito a productos menstruales en escuelas públicas, con el objetivo de reducir la deserción escolar y promover la igualdad de oportunidades.
También se han impulsado campañas de educación menstrual integral, buscando combatir mitos, fomentar el autocuidado y normalizar la conversación sobre el ciclo menstrual como parte de la salud pública.
Retos por superar dentro de la pobreza menstrual
Aunque estos avances son significativos, aún queda mucho por hacer. Es necesario asegurar la distribución efectiva de productos en zonas rurales e indígenas, capacitar al personal educativo y de salud en perspectiva de género y fortalecer la inversión pública en programas de salud menstrual.
La pobreza menstrual es una forma de desigualdad que debe abordarse desde una perspectiva de derechos humanos. Garantizar una menstruación digna no es solo una cuestión de higiene, sino de justicia, salud y equidad para todas las personas que menstrúan en México.