En los últimos tiempos, se ha puesto de moda un concepto como el speedwatching. Esto es debido a la popularización que han tenido las apps de mensajería y redes sociales, donde se pueden escuchar mensajes a una velocidad mayor de la normal.
Sobre todo, esta tendencia se observa en jóvenes y adolescentes, pero nadie está libre de caer en ella. Todo es susceptible de ser escuchado o visto a mayor velocidad para así ser consumido y acabado antes.
Aunque el speedwatching parece algo reciente no lo es. Aunque TikTok, Instagram, WhatsApp y otras plataformas sociales cuentan con la función de acelerar la velocidad de reproducción, desde el año 2019, algunos navegadores como, por ejemplo Google Chrome, incorporan extensiones que permitían acelerar el visionado de forma automática en diversas plataformas.
¿A qué responde el speedwatching?
En la sociedad en la que vivimos, estar ocupado se valora de forma positiva. Las prisas forman ya un estilo de vida y la falta de tiempo, algo común. Poder visualizar o escuchar contenido a una velocidad más elevada no deja de ser una respuesta adaptativa a esa falta de tiempo.
También existe la necesidad de estar permanentemente al día de los últimos vídeos subidos, últimos capítulos de series, últimos titulares, podcast o cualquier otro contenido digital.
Esta ansiedad es provocada por el miedo a perderse experiencias y a ser, por tanto, excluido socialmente, lo que recibe el nombre de FOMO (del inglés Fear of Missing Out). Se trata de un tipo de ansiedad social que genera inseguridad, miedo o incluso baja autoestima e implica tener que estar constantemente conectado a la red. Esta permanente conexión está ligada a la necesidad de consumir el máximo de contenido posible en el menor tiempo posible.
Efectos negativos
Si eres de los que hace uso del speedwatching, los procesos como concentración y atención, que están implicados en el aprendizaje y la memoria, así como la gestión de los tiempos de espera, se pueden ver afectados si esta práctica acaba siendo habitual.
Cuando en nuestra vida cotidiana precisaos de ver o escuchar mucho contenido en poco tiempo, vamos recortando nuestra capacidad atencional. La búsqueda constante de nuevos estímulos activa el neurotransmisor llamado dopamina, creando circuitos de recompesa y generando un círculo vicioso.
Así, si el cerebro está acostumbrado al speedwatching se aburrirá si no recibe los estímulos a la velocidad acelerada, volviéndose pasivo. Es decir, dejará de estar atento, de estar concentrado y, simplemente, recibe información.
El speedwatching genera una estimulación constante y el mundo de prisas en el que vivimos, una gratificación permanente en el cerebro. Al siempre haber disposición de estímulo, se reduce la paciencia y perdemos el hábito de tener que esperar para obtener un objetivo.