En muchos de los países en desarrollo o en situaciones de conflicto, los niños con enfermedades crónicas corren el riesgo de morir por falta de tratamiento adecuado. En las últimas décadas hemos asistido a un aumento de la prevalencia de enfermedades crónicas aisladas o presentadas como multimorbilidad en población pediátrica1.
El aumento se debe a diversos factores como la prevalencia creciente de trastornos, el desarrollo de los cuidados médicos y consecuente aumento de la supervivencia, así como al reconocimiento y diagnóstico creciente de los trastornos del espectro comportamental y del desarrollo.
La enfermedad crónica pediátrica es definida como un problema de salud con una duración mayor o igual a tres meses, que implica cuidados de salud domiciliarios, hospitalizaciones frecuentes y/u otros cuidados sanitarios2. Otros, le añaden a esta definición las consecuencias sociales de la enfermedad y contemplan una duración de la enfermedad mayor a 12 meses3.
Dentro de las enfermedades crónicas en la población pediátrica, el asma es la principal y su prevalencia crece en todo el mundo4. La obesidad presenta también una creciente tendencia en todo el mundo. La dermatitis atópica es la enfermedad cutánea crónica con más prevalencia en la edad pediátrica y afecta aproximadamente a un 10-20% de niños en alguna etapa de su vida5.
Las enfermedades crónicas infantiles son un grupo heterogéneo de dolencias con diferentes características. En su mayoría, las enfermedades son progresivas, perjudican el desarrollo del niño, causan deterioro físico importante y requieren tratamientos dolorosos y largas hospitalizaciones6. El tratamiento médico para las enfermedades crónicas ha avanzado y se ha desarrollado mucho en los últimos años, sin embargo, son muy pocos los estudios en psicología se han enfocado en el impacto que estas enfermedades tienen sobre el bienestar y salud mental del menor7.
En los primeros años de vida, uno o dos de cada cinco niños, padecen síntomas respiratorios que pueden ser etiquetados, por los pediatras, como asma. La enfermedad padecida por un amplio grupo de niños no tiene un nombre aceptado de manera general y se observa que algunos pediatras sienten cierto rechazo a utilizar la palabra asma en el diagnóstico, sustituyéndola en algunos casos por sibilancias por virus, sibilancias recurrentes, bronquitis obstructiva, hiperreactividad bronquial y una larga lista, que con frecuencia sume a los padres en un gran desconcierto.
El diagnostico de asma en la primera infancia (niños menores de 5 años) es un diagnóstico clínico que se lleva a cabo con la ayuda de un fonendoscopio. El diagnóstico del asma se da cuando el médico que atiende al paciente aprecia una serie de datos característicos de la enfermedad. Se hace con la valoración global de los síntomas del paciente. Que suelen ser suficientes para un correcto diagnóstico, especialmente cuando se repiten después de la administración de tratamiento con broncodilatadores.
Las causas por las cuales una persona padece asma no son conocidas. Son varios los factores que influyen en el origen de la enfermedad, pero ninguno de ellos está presente en todos los pacientes. La herencia, las infecciones víricas del aparato respiratorio, la gripe y otras infecciones parecen influir en ella, especialmente como desencadenantes de las crisis. La alergia es el principal factor que se relaciona con el desarrollo de asma y la persistencia de la enfermedad más allá de la infancia.
También es diferente la predisposición al asma dependiendo de la edad, el sexo, la exposición al humo de tabaco, la polución ambiental y muchas otras circunstancias.
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