La hepatitis es una inflamación del hígado que puede resultar en una variedad de problemas de salud, desde síntomas leves hasta complicaciones graves. Esta condición puede ser causada por diferentes factores, incluyendo infecciones virales, consumo excesivo de alcohol, toxinas, algunos medicamentos y enfermedades autoinmunes.
Las hepatitis A, B y C son las más comunes
Existen varios tipos de hepatitis, siendo los más comunes las A, B y C, todas causadas por virus diferentes. La de tipo A generalmente se transmite a través del consumo de agua o alimentos contaminados con el virus, y aunque puede causar una enfermedad aguda, rara vez se vuelve crónica. La vacunación y las buenas prácticas de higiene son esenciales para prevenir esta forma de hepatitis.
La tipo B se transmite a través del contacto con fluidos corporales infectados, como sangre, semen y secreciones vaginales. Esta forma de hepatitis puede ser aguda o crónica. La vacunación también es efectiva en la prevención de la hepatitis B, y es particularmente importante para los grupos de riesgo, como trabajadores de la salud y personas con múltiples parejas sexuales. En casos crónicos, los antivirales pueden ayudar a controlar la enfermedad y reducir el riesgo de complicaciones como la cirrosis y el cáncer de hígado.
La tipo C se transmite principalmente a través del contacto con sangre infectada. Las transfusiones de sangre antes de 1992, el uso compartido de agujas entre usuarios de drogas intravenosas y ciertos procedimientos médicos en países con normas de higiene deficientes son formas comunes de transmisión. La hepatitis C es a menudo una enfermedad crónica que puede llevar a graves problemas hepáticos con el tiempo. Afortunadamente, existen tratamientos antivirales muy efectivos que pueden curar la hepatitis C en la mayoría de los casos.
El diagnóstico se realiza a través de análisis de sangre
Además de estas formas virales, esta enfermedad puede resultar de la ingesta excesiva de alcohol, conocida como hepatitis alcohólica, o de la exposición a ciertas toxinas y medicamentos que pueden dañar el hígado. La hepatitis autoinmune es otra forma, donde el sistema inmunológico ataca por error a las células hepáticas, causando inflamación.
El diagnóstico de hepatitis se realiza mediante análisis de sangre, y en algunos casos, se pueden necesitar estudios de imagen o biopsias hepáticas para evaluar el daño al hígado. El tratamiento varía según la causa y la gravedad de la enfermedad, y puede incluir medicamentos antivirales, cambios en el estilo de vida y, en casos severos, trasplante de hígado.