Violencia y salud en Colombia

La Organización Mundial de la Salud, define la violencia como: “El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona, un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones.”[1]

Esta definición que usa la Organización Mundial de la Salud, vincula tanto la intención como la realización del acto mismo, independiente de las consecuencias. Y aunque las presiones y agresiones no son consecuencia del desempeño del personal de salud, sino que obedecen a causas en el proceso previo a la atención y en gran medida a la responsabilidad del sistema de salud con los pacientes.

La violencia en el sector de la salud

En el caso de los profesionales de la salud, a los cuales se les exige tanto, la acumulación de tensión y estrés que se derivan del sometimiento a presiones sociales, derivadas de las reformas al sistema de salud, que contribuyen con las manifestaciones de violencia.

Los profesionales de la salud, no sólo son testigos presenciales de los efectos y resultados de la violencia, sino que también son objeto de violencia, son los establecimientos de salud los ambientes laborales más expuestos a actos agresivos de todo tipo. Los factores de riesgo que influyen para la violencia en el sector de la salud varían y dependen, entre otros factores, del lugar, el tamaño y el tipo de actividad que se desarrolla, las características socioeconómicas de la población asistida, la escasez de personal, suelen ser las circunstancias generadoras de situaciones de violencia, que se pueden clasificar en 5 categorías: abuso verbal, amenazas específicas, acciones físicas con o sin lesión y violencia sexual. También tiene incidencia, la forma en que la víctima (personal de salud) reaccione ante la agresión, pues determina de forma importante el aumento o disminución en los comportamientos violentos, por lo que es importante el comportamiento de la víctima frente al agresor, una conducta ansiosa tiende a motivar la violencia, mientras que la conducta controlada y segura ayuda a atenuar la tensión. El medio influye de manera directa tanto en el perpetrador como en la víctima de los actos violentos.

Si bien las agresiones al personal de salud son consideradas como “accidentes de trabajo” éstas deben ser denunciadas ante la justicia. Además, deben desarrollarse de antemano, planes de respuesta por parte de la institución, para tratar las agresiones en contra los profesionales.

  • Desarrollar un sistema de notificación y registro.
  • Capacitación continua del personal de salud.
  • Implementar sistemas de alarma silenciosos.
  • Garantizar que el personal de seguridad se encuentre entrenado para controlar y contener cualquier forma de violencia contra el personal de la institución.

Si la situación no puede anticiparse o reconducirse, a modo personal el profesional debe:

  • No mostrar temor en ningún momento.
  • Mostrarse relajado y seguir razonando y acotando las reacciones del agresor.
  • Expresar el deseo de ayudar, pero también establecer límites para ese tipo de conducta.
  • No responder con agresividad a las agresiones que recibe.
  • Buscar la forma de abandonar el consultorio, si la situación se sale de control.

Es importante recordar que la integridad física del paciente es tan importante como la de los profesionales de la salud.

Es necesario que las instituciones gubernamentales, las autoridades, la secretaria de salud y la comunidad en general tomemos cartas en el asunto y rodeemos a los servidores de la salud y las entidades en las que prestan sus servicios, para evitar que la violencia los siga tocando y aminorando de forma tan injusta.


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